La Familia Vicentina, entre los muchos regalos que hemos recibido del cielo, tenemos la medalla milagrosa.
En 1830, santa Catalina Labouré, hija de la caridad, recibe este regalo para la iglesia y particularmente se nos asigna la gran responsabilidad de hacerlo conocer a la Familia Vicentina.
Todos los que llevamos la espiritualidad vicentina tenemos que llevar esa espiritualidad mariana que viene desde los orígenes por petición de nuestro santo fundador san Vicente de Paúl, quien amaba entrañablemente a la Virgen María desde muy niño.
San Vicente de Paúl pedía que confiemos todo nuestro servicio y todo lo que hacemos a la buena Madre de Dios. Nosotras, las Damas de la Caridad (AIC) de Miami hemos asumido esta gran responsabilidad. Y por eso, bajo el asesoramiento y la dirección de las Hijas de la Caridad de Miami estamos distribuyendo en este tiempo de pandemia la medalla milagrosa.
Hemos asumido que nuestra caridad debe ser corporal y espiritual. Corporalmente asistimos a nuestros hermanos llevándoles alimentos, acogiéndoles, escuchándolos, y espiritualmente les llevamos este gran regalo del cielo, signo de salvación, un sacramental que les ayuda a los hermanos más vulnerables en este tiempo de zozobra, de pandemia, a vivir plenamente su fe, a cimentarse en Jesucristo a través de la Virgen María.
Sentimos las Damas de la Caridad (AIC) de Miami que es necesario llevar este mensaje de amor y salvación, y qué mejor hacerlo por medio de la medalla milagrosa. Aquí en Miami las estamos repartiendo en varios sitios, en varias localidades. Donde hay una Dama de la Caridad, donde hay una hija de la caridad ahí estará la medalla milagrosa para todos los que quieran tenerla y sentir la presencia de Dios a través de la Virgen María.
Invitamos a todos, a toda la Familia Vicentina a que se haga portadora de este gran regalo que es la medalla milagrosa, signo tan pequeño, pero un regalo tan grande no olvidemos que fue justamente en un tiempo de pandemia en París cuando la madre del cielo baja a regalarnos este signo, y como el pueblo al ver tantas maravillas que realizó dios a través de este signo la llama «la medalla milagrosa».
Qué bueno, pues, que nos hagamos portadores de ese gran regalo; eso la Virgen nos lo pidió. Todos somos responsables de dar este gran regalo.
Que Dios los bendiga y los animamos a que sigamos haciendo el bien corporal y espiritualmente.
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