Antes de cantar el coro final de la producción musical de la obra maestra de Victor Hugo, Los Miserables, los personajes Fantine, Valjean y Eponine, proclaman en una canción:
Toma mi mano y llévame a la salvación,
toma mi amor, porque el amor es eterno,
y recuerda la verdad que una vez se dijo:
Amar a otra persona es ver el rostro de Dios.
A Jean Valjean se le había dado una segunda oportunidad en la vida para «convertirse en un hombre honesto». Fantine era un obrero en la fábrica de Valjean y él, sentado junto a su cama mientras moría, prometió cuidar de su hija (Cosette). Eponin, la hija del posadero, anhelaba ser amada de la misma manera que Valjen amaba a Cosette y que Marius y Cosette se amaban. Cada uno había experimentado el amor de Dios, cada uno había tenido un encuentro con Dios a través del amor de otra persona. Sí, el amor de otra persona les había revelado el rostro de Dios.
Recordemos que Victor Hugo admiraba a Vicente de Paúl y, en su novela, basó el personaje del obispo en Vicente de Paúl. Nosotros, como miembros de la Familia Vicenciana, sabemos que, en más de una ocasión, Vicente habló de dejar a Dios por Dios. De hecho, en el documento del 20 de noviembre de 1646 titulado «Erección de la Compañía de las Hijas de la Caridad en Cofradía», leemos: «Se acordarán sin embargo que siempre hay que preferir a sus prácticas de devoción el servicio a los pobres y las demás ocupaciones, siempre que la necesidad o la obediencia las llame a ellas; pensarán que, al obrar de este modo, dejan a Dios por Dios» (SVP ES X, 694). Estas palabras reflejan y enfatizan sencillamente las palabras que Vicente había dicho anteriormente, cuando dijo a las Hijas que «si fuera voluntad de Dios que tuvieseis que asistir a un enfermo en domingo, en vez de ir a oír misa, aunque fuera obligación, habría que hacerlo. A eso se le llama dejar a Dios por Dios» (SVP ES IX-2, 725) … «la santa obediencia lo pone todo de acuerdo y quiere que dejéis la oración para ir a servir a los pobres, como se os ha enseñado tantas veces; entonces se trata de dejar a Dios por Dios» (SVP ES IX-2, 1081)… «Si fuera voluntad de Dios que tuvieseis que asistir a un enfermo en domingo, en vez de ir a oír misa, aunque fuera obligación, habría que hacerlo. A eso se le llama dejar a Dios por Dios» (SVP IX-2, 725).
Luisa de Marillac usó palabras similares: «Por amor a Dios practica una gran mansedumbre hacia los pobres y hacia todos. Traten de satisfacerse tanto con palabras como con acciones. Eso será muy fácil para ti si mantienes una gran estima por tu prójimo: los ricos porque están por encima de ti, los pobres porque son tus amos» (SWLM 209 [L.200b]) … «sobre todo, sé muy gentil y cortés con tus pobres. Sabes que son nuestros amos y que debemos amarlos tiernamente y respetarlos profundamente. No basta con que estas máximas estén en nuestras mentes; debemos dar testimonio de ellas con nuestro cuidado gentil y caritativo» (SWLM:320-321 [L.284b]).
Vicente y Luisa estaban convencidos de que los pobres eran el lugar privilegiado para el encuentro con el Dios vivo: «Es entre ellos, entre esa pobre gente, donde se conserva la verdadera religión, la fe viva; … sumisión a las órdenes, paciencia en la miserias, … trabajar todo el día bajo el ardor del sol» (SVP XI, 120). Pero Vicente no era un idealista iluminado. También pudo afirmar el hecho de que los pobres pueden ser toscos y groseros, muy a menudo apenas tienen la expresión de la mente de las personas racionales y, sin embargo, teniendo eso puede concluir con las palabras: «¡qué hermoso es ver a los pobres si los consideramos en Dios y con la estima que Jesucristo tuvo por ellos!» (SVP XI, 725).
Tal vez individualmente y como grupo podríamos tomarnos un tiempo para reflexionar sobre lo siguiente:
- ¿Cómo es el rostro de TU Dios?
- ¿Qué significa para ti «dejar a Dios por Dios» hoy día, durante esta época de pandemia?
- ¿Cómo has aprovechado «una segunda oportunidad en la vida»?
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