En los últimos meses, muchas naciones se han visto afectadas por el racismo sistémico y la pandemia de la Covid. El racismo sistémico era un negocio aceptado hace siglos. Los Estados Unidos no fueron ciertamente los únicos en promover la trata de esclavos, ya que muchos países europeos también participaron activamente en este terrible negocio de la trata de personas. Después de muchos años de esclarecimiento, el mundo comenzó a ver la injusticia de esclavizar a sus semejantes. Lentamente se dictaron leyes para hacer ilegal la esclavitud y dar derechos humanos básicos a todas las mujeres y hombres de cualquier grupo racial. Sin embargo, el daño ya se había hecho respecto a los muchos a los que se les enseñó a creer en la inferioridad de los negros.
En estos días de pandemias y otros factores que amenazan con dividir a las personas en el escenario mundial y nacional, el mundo debe mirar a América para que nos lidere hacia una sociedad más justa y equitativa que respete y acoja la diversidad de razas, culturas y religiones. Las mismas cuestiones que dividen a una nación pueden ser utilizadas para fortalecerla. Vemos estos problemas en Estados Unidos y Canadá y en todo el mundo, pero ¿cómo los superamos?
Puede ser tan simple como escuchar y respetar a los demás de esa manera que caracteriza a nuestro carisma vicentino. Debemos escuchar tanto con la cabeza como con el corazón para comprender estos temas divisorios y utilizar esta nueva comprensión e iluminación para sanar las heridas que todos vemos y sentimos. Miremos las cuestiones de división a través de los ojos de los más afectados y busquemos su apoyo para abordar cómo superar las injusticias del pasado. El mundo global necesita unos verdaderos Estados Unidos de América que nos guíen hacia esta curación. Espero y rezo para que los Estados Unidos puedan curar las heridas del racismo sistémico y de esta pandemia, y utilizar la fuerza de una gran nación que incluya grandes líderes de diversos grupos racializados para demostrar una vez más al mundo global lo que se puede lograr.
Sobre el autor:
Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá y es miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim ha sido miembro de la Sociedad desde los años 70.
Las opiniones expresadas son las del autor y no representan oficialmente las de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
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