Igual trato a todos los necesitados

por | Sep 17, 2020 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús es el que da a conocer a Dios.  Ese Dios es bueno con todos y trata igual a los que producen poco que a los que producen mucho.

El Dios a quien da a conocer Jesús es muy bueno.  Al igual que el propietario que sale cinco veces a contratar jornaleros, Dios provee de medios de subsistencia a los necesitados.

Pero hasta sin igual se nos manifiesta Dios.  Pues él recompensa igual a los publicanos recientemente convertidos que a los escribas y fariseos siempre observantes.  Es decir, se fija él en la necesidad de ellos, en igual de calcular sus méritos.

El propietario, sin duda, rompe esquemas.  Es que él trata igual a los obreros de la última hora que a los de la primera.  Pues no quiere que a ningún obrero ni a su familia le falte lo que se necesita para vivir.

Y así es Dios de verdad.  Va más allá él de nuestra justicia que consiste en darle a cada uno su merecido.  En cambio, hace salir él su sol sobre malos y buenos; manda la lluvia a justos e injustos (Mt 5, 45).  Por lo tanto, sus caminos y planes distan, sí, de los de nosotros.

¿Igual que a los demás?  Esto no puede ser.

Pero no faltan los que se resisten al trato igual que nos da Dios, que tenemos todos necesidad de su misericordia.  Como se nos deja claro estos días en los Estados Unidos, no les gusta a no pocos la igualdad.

Y se quejan ellos que se les trata igual a los con pocos méritos que a los con muchos.  Por supuesto, son ellos los que tienen derecho al mejor trato por sus muchos logros y éxitos.  Se hacen la ilusión de que todo lo consiguen con sus propias manos.  Y, por lo tanto, a ellos se les debe dar todo privilegio.

Inconscientemente, pues, se creen ellos sin ninguna necesidad de Dios.  Lo invocan solo para que él dé la cara por ellos y los confirme en sus pretensiones de superioridad (Lc 18, 11-12).  Para que le puedan dictar ellos que no los trate él igual que a los publicanos.

Pero cuidado los que denunciamos a los escribas y los fariseos.  Ni siquiera san Pablo pudo librarse del todo de la insensatez de tomarse sin igual entre los ministros de Cristo (2 Cor 11, 21-29).  Pero, sí, se puso bien y lo atribuyó todo a la gracia y la fuerza de Dios (1 Cor 15, 10; 2 Cor 12, 9-10).

Y así también nos pondremos los que ponemos en cuestión el igual trato que Dios da a todos por su misericordia.  Será bueno que nos digamos una y otra vez que nada tenemos que no hemos recibido (1 Cor 4, 7).  Y la verdad es que si Dios no pone su mano, nuestros esfuerzos lo estropearán todo (SV.ES XI:236).

Señor Jesús, nos basta con que tú entregues tu cuerpo y derrames tu sangre por nosotros.  Es como si nos dieras el denario que se necesita para vivir.  Con así gozar nosotros de tu amor y gracia, nos da igual tener o no tener las demás cosas, vivir o morir.

20 Septiembre 2020
25º Domingo de T. O. (A)
Is 55, 6-9; Fil 1, 20c-24. 27a; Mt 20, 1-16a

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