La sierva de Dios sor Cecilia Charrin, hija de la caridad

por | Jul 13, 2020 | Formación | 0 comentarios

Sor Cecilia Charrin, o «la Hermana de los pobres», como es conocida en Guatemala, fue una Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl, de origen francés y procedencia aristocrática, nacida el 17 de febrero de 1890 en Saint Étienne des Oulières. Su nombre completo era Marie Isabelle Rosalie Renée. Perteneció a la aristocracia y al morir su padre, se convirtió en la nueva jefa del Castillo de Néty.

Sor Cecilia oyó la voz del Espíritu y la siguió hasta el fin con una fidelidad admirable. Cuando oyó su voz, no vaciló en romper toda atadura, entró a la Comunidad con su decisión tan particular: Aquí estoy porque Dios me ha llamado.

Alegre en su abnegación, se dio toda, sin saber a dónde iba a llevarla el Espíritu. De Francia llegó a Guatemala el 30 de agosto de 1930. Contenta, feliz desde su llegada se dio a los pobres, en los que desde años soñaba, porque veía y encontraba en ellos a Jesucristo. Sólo y únicamente esto le preocupó. Algo original en su abnegación, no pensó en otra cosa que en aprender el español. Y tan pronto como pudo lo machucó a su modo, hablando como ellos lo hablaban, poco más o menos. Lo principal era ayudarlos, consolarlos, sacarlos de apuro, también a su modo.

Para los pobres era… y para los pobres fue… Reorganizó la distribución de desayunos y almuerzos, yendo ella misma al mercado, para hacerse regalar lo que quedaba: verduras, frutas, carne… Todo era bueno. Se lo cargaba sobre una carretilla prestada o mal pagada, pues tenía el don de persuadir a la gente que la ayudase.

Hizo muchas obras en favor de los pobres: guarderías, hospitalitos, servicio social, escuelas, visitas domiciliaras… La llevaba el Espíritu, el soplo que animó a san Vicente y a santa Luisa, por lo que, a su imitación, se valía de todo y de todos para hacer el bien a los pobres.

Incansable… siempre alegre, siempre entusiasta, comunicaba su optimismo, animaba las buenas voluntades, no se le podía negar nada. Mal que bien, había que cooperar con ella. Todo era por el «Buen Dios», como decía. Cuanta persona se le acercaba, recibía un saludo cariñoso, una sonrisa amable y un calificativo de BUENA, que daba a todas.

Incansable, aun a sus 83 años salía por la mañana y por la tarde de casa en casa, para pasar las urnas de la Santísima Virgen y cobrar sus recibos. ¿Quién podrá calcular el valor de estos pasos, sino sólo Dios que la impulsaba?

Su último acto fue acercarse a la Santa Comunión en la Capilla de la Casa Central. Al salir de misa le empezó el derrame cerebral que en 15 días la llevó a recibir la recompensa prometida a los que aman y sirven a los pobres, con alma, vida y corazón. Era el 13 de julio de 1973.

De 2006 a 2013 se realizó en Guatemala el proceso diocesano para su canonización. El material de la encuesta fue remitido a la Congregación de los Santos en Roma que reconoció la validez jurídica de los mismos el 30 de septiembre de 2016.

Fuente: http://santidadenamericacentral.blogspot.com/

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