Cada semana, un miembro de la Familia Vicenciana nos compartirá una porción su experiencia en estos últimos meses. Desde lo íntimo de su corazón, propondrá un mensaje de esperanza, porque (estamos convencidos) también hay lecciones positivas que aprender de esta pandemia.
La crisis de Covid-19 ha exacerbado la polarización social, económica, política y ambiental que ya existía antes de finales de 2019 (cuando comenzó la pandemia). En muchos países ya existían presiones sociales, particularmente de minorías y grupos de población vulnerables. Esas presiones sociales se vieron reforzadas por las crisis migratorias, un triste fenómeno que afecta a muchos países desarrollados (como en Estados Unidos, Europa y Asia) pero que refleja la pobreza y la exclusión de los países en desarrollo.
La economía se estaba debilitando en América Latina y el Caribe, así como en varios países de Europa y Asia, por no mencionar el continente africano, donde la gran mayoría de la población vive en la pobreza.
Tanto en los países en desarrollo como en los desarrollados, existía una polarización política en la que los líderes populistas se aprovechaban de grupos extremistas, erróneamente clasificados como izquierdistas y derechistas, o asociados con comportamientos racistas.
La Iglesia católica también había estado pasando por desafíos muy difíciles antes del Covid-19, lo que llevó a la reducción sistemática del número de vocaciones religiosas y laicas. Y la Familia Vicentina siguió el mismo camino en la mayoría de sus ramas.
La pandemia del Covid-19 ha traído —y sigue trayendo— al menos cinco cambios, que refuerzan los desafíos que ya existentes:
- Distanciamento social, debido a las condiciones sanitarias, como una manera de reducir el contagio de millones de personas, así como la muerte de cientos de miles;
- Profunda recesión económica (la peor en siglos), que está causando un enorme crecimiento del desempleo y pérdidas de valor de los activos (financieros y físicos);
- Crisis social, causada por la recesión económica, con millones de personas que entran (o regresan) a la pobreza;
- Las relaciones digitales, estimuladas por la proliferación de plataformas digitales, por un lado han facilitado y permitido la comunicación entre las personas y los grupos aislados, pero por otro han cambiado completamente la forma en que las personas interactúan;
- Negativismo y pesimismo, que llevan a las personas a cuestionar los valores básicos de la fe, la esperanza y la solidaridad, en todos los aspectos sociales, económicos, políticos y ambientales.
Evidentemente, todo esto tiene consecuencias en la vida de la Familia Vicentina y, en particular, en la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP). Nos corresponde a nosotros, líderes vicentinos, reflexionar sobre las consecuencias de estos cambios en nuestra misión. Según la definición del Consejo General Internacional, la misión de la SSVP es::
“Una red de amigos,
que buscan su santificación
a través del servicio personal a los pobres
y la defensa de la justicia social”.
Debemos reflexionar sobre cómo el necesario aislamiento social y las «nuevas» relaciones digitales afectan y afectarán a nuestra red de amistad, que fue la primera Conferencia de 1833. Asimismo, la crisis puede impactar positiva o negativamente en nuestra espiritualidad, en nuestra forma de buscar la santidad, a través de nuestro propio conocimiento y experiencia de Dios. Necesitamos debatir entre nosotros las «nuevas» necesidades de los pobres a los que servimos, frente al mismo aislamiento y recesión económica, así como la mejor manera de hacer la visita a sus casas. Por último, como seguidores de Ozanam y sus amigos, debemos ser conscientes de los nuevos desafíos, para generar y evangelizar la justicia social.
Ciertamente podemos convertir la crisis en una oportunidad para aumentar la relevancia de la SSVP en su misión. Es preciso, hoy más que nunca. La fe en días mejores y la esperanza en que somos guiados por el Espíritu Santo nos mostrará el camino para asentar la caridad, transformada en el amor de Dios.
Desde las hermosas tierras de Honduras, donde vivo con Andrea, a quien conocí en la SSVP hace 35 años, el aislamiento social me ha llevado a esta reflexión. Estoy seguro de que muchos de nosotros hemos tenido la misma experiencia de Dios, siguiendo y tratando de entender nuestra misión en la «nueva normalidad».
Que el beato Federico Ozanam interceda por nuestros pobres, nuestras familias y todos los miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
¿Quieres compartir con la Familia Vicenciana alguna experiencia tuya, concreta y positiva, durante este tiempo de pandemia? Si es así, por favor rellena el siguiente formulario. No es necesario que sea muy extenso, 300-400 palabras es suficiente:
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