“Yo te alabo, Padre, porque has revelado los misterios de tu Reino a la gente sencilla”
Zac 9, 9-10; Sal 144; Rom 8, 9. 11-13; Mt 11, 25-30.
Jesús alaba con alegría y agradecimiento a su Padre por revelar su Reino a la gente sencilla. El Reino es para todos pero, para conocerlo y gozarlo, hay ciertos requisitos: ser humilde de corazón, sencillo, acudir a Jesús en la fatiga y el agobio… Es necesario cambiar el corazón de “sabio”, que consiste no en haber estudiado muchos años, sino en creer que todo lo podemos por nosotros mismos, que lo controlamos todo, que todo debe ser como pensamos, que sabemos más que todos. Ser “humilde” no es tener poco dinero o estar resentido con la vida, o envidiar a los demás.
Para conocer el Reino necesito unos lentes especiales para verme a mí mismo y ver quién soy: una persona que se cansa y se queja del trabajo, del calor, del frío, de la enfermedad, de mis defectos, de mis limitaciones, de mi mal carácter, del de mi comunidad, del de mi vecino.
Hoy quiero acercarme a Jesús y decirle: Señor esto es lo que soy y lo que tengo, y entonces Tú, Jesús, me vas a aliviar, a consolar, a escuchar, a comprender y poco a poco podré ir viendo el Reino. Así podré ver todo como un regalo. Gracias Señor por todo lo que me das, y no lo veo, por mi pasado, por mi presente, por todo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Carmen Elisa Arteaga Solís
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