La Universidad de St. John (Nueva York), donde trabajo, organizó un servicio de oración en torno al tema «Unidad y Esperanza» para tratar la cuestión del racismo, que ha dominado el pensamiento de nuestro país, Estados Unnidos, en las últimas semanas (”A Call for Unity and Hope” [«Una llamada a la unidad y la esperanza»]). En esta oración participaron miembros de la comunidad universitaria. Me pidieron que fuese el ministro que abriese y concluyese el acto. Hacerlo me dio la oportunidad de pensar y rezar de manera más sistemática sobre este mal. Me gustaría compartir con ustedes la breve oración de clausura que ofrecí:
Comenzamos esta oración admitiendo que el racismo es un pecado, algo que emerge dañando nuestras almas, algo que hiere tanto al pecador como al que peca contra él. Dentro de la comunidad cristiana católica, una forma importante de enfrentarse al pecado se llama «reconciliación». Este sacramento tiene cuatro pasos: admitir que se ha hecho mal, buscar el perdón, aceptar una práctica de curación, y la resolución de evitar este pecado en el futuro. Construyendo sobre la sabiduría de esa dinámica, oremos:
Dios misericordioso y santo, amoroso y siempre compasivo, te damos gracias por tu bondad y por la forma en que convocas a tus hijos a acercarse los unos a los otros, y a ti. Necesitamos reconocer con la mayor humildad y profundidad el pecado del racismo sistémico que existe en nuestra sociedad y en los corazones de tantos de nosotros. Buscamos tu misericordia a la vez que pedimos perdón a nuestros hermanos y hermanas a los que hemos perjudicado por nuestra falta de preocupación e incluso (a veces) nuestra agresiva mala voluntad. Ayúdanos a cambiar nuestra forma de pensar y actuar. Guíanos en el establecimiento de reglas y prácticas que comiencen a restaurar la integridad en medio de todo el daño que hemos hecho. Cura las heridas que nos separan y trae una particular sanación a aquellos que han sufrido daño durante tanto tiempo y de tantas maneras. Concédenos la gracia de cambiar nuestros hábitos, de reconocer el abuso por lo que es, y de enmendarlo de verdad.
Nos presentamos ante ti con una historia, una reflexión y una oración. Pedimos que cada uno de nosotros, así como nuestra Universidad de St. John, se convierta en una fuerza de cambio en un mundo que realmente lo necesita. Llénanos con la sabiduría de tu Espíritu y el testimonio de Jesús que es el Señor por siempre y para siempre. AMEN.
Gracias por tan bella oración.