Oración inicial:
Señor Jesús, Maestro de la vida, enséñanos a comprender los signos de los tiempos, danos la audacia y el valor para ser discípulos y servidores de la humanidad, capaces de sanar las heridas del prójimo y cuidar de él siendo misericordiosos como nuestro Padre.
Porque queremos ver, oír y hablar, como aquellos curados del Evangelio, que con el milagro de la vida transformaron su existencia, quedar por fin limpios de la lepra que afecta nuestro corazón y que nos impide abrazar al otro como hermano y hermana.
Mira hoy a la humanidad agobiada por esta enfermedad. Tú conoces muy bien el sufrimiento del mundo, porque sigues aun caminando en él y cargando con nosotros el yugo y el peso de nuestras fatigas.
Te lo pedimos a ti, Jesucristo, evangelizador de los pobres y compañero de camino, que eres Dios junto con el Padre y el Espíritu Santo. Amén.
Padre Nuestro y gloria.
Oración del enfermo de san Juan Pablo II (opcional)
Señor, Tú conoces mi vida y sabes mi dolor, haz visto mis ojos llorar, mi rostro entristecerse, mi cuerpo lleno de dolencias y mi alma traspasada por la angustia.
Lo mismo que te pasó a Ti cuando, camino de la cruz, todos te abandonaron, hazme comprender tus sufrimientos y con ellos el amor que Tú nos tienes.
Y que yo también aprenda que uniendo mis dolores a Tus Dolores tienen un valor redentor por mis hermanos.
Ayúdame a sufrir con Amor, hasta con alegría. Sí no es ¨posible que pase de mi este cáliz¨. Te pido por todos los que sufren: por los enfermos como yo, por los pobres, los abandonados, los desvalidos, los que no tienen cariño ni comprensión y se sienten solos.
Señor: haz que estas dolencias que me aquejan, me purifiquen, me hagan más humano, me transformen y me acerque más a Ti. Amén.
Oración a la Virgen María del Papa Francisco (fragmento, de mayo 2020)
«Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios».
En la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh Virgen María, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia de coronavirus, y consuela a los que se encuentran confundidos y lloran por la pérdida de sus seres queridos, a veces sepultados de un modo que hiere el alma. Sostiene a aquellos que están angustiados porque, para evitar el contagio, no pueden estar cerca de las personas enfermas. Infunde confianza a quienes viven en el temor de un futuro incierto y de las consecuencias en la economía y en el trabajo.
Madre de Dios y Madre nuestra, implora al Padre de misericordia que esta dura prueba termine y que volvamos a encontrar un horizonte de esperanza y de paz. Como en Caná, intercede ante tu Divino Hijo, pidiéndole que consuele a las familias de los enfermos y de las víctimas, y que abra sus corazones a la esperanza (…) Nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Amén.
Dios te salve….
¡Oh María sin pecado concebida!
*Ruega por nosotros que recurrimos a ti
Gozos
Estribillo: Tu amor, oh Cristo Evangelizador, nos lleva a anunciarte con pasión (o algún canto adecuado)
Jesús nuestro divino Maestro,
Misionero eterno del Padre,
Que ante tanto sufrimiento
Sea tu cruz el estandarte.
Eres de los hombres
Su más divino ejemplo
Y de Dios misericordioso
Su más humano rostro.
Sentado a la mesa con los pobres
Partes el Pan de vida a quienes
contigo tu existencia compartes.
Seamos hoy nosotros trigo de vida.
Jesucristo Evangelizador,
Tu corazón ardiente y generoso
Entre espinas aun coronado y
En las casas de los pobres aun venerado.
Tú, el pobre de Nazareth,
Del corazón sagrado y luminoso,
Enciende en nosotros el fuego de tu amor
Para encender con audacia la caridad.
Crucificado y Resucitado,
Hermano de los hombres,
Inmarcesible en el tiempo,
Enséñanos la mansedumbre
Que nos hace ser Iglesia.
Día 8: El Carisma Vicentino y la misión Evangelizadora
Signo: Los escudos de algunas de las ramas de la Familia Vicentina, una imagen de un reloj grande y el mundo.
Frase: “Nuestro carisma se hace vivo cuando compartimos con otros nuestra fe en Jesucristo”
Iluminación Bíblica: Lucas 12, 49-56
«He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy hasta que se cumpla!
«¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra? No, os lo aseguro, sino división. Porque desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.» Decía también a la gente: «Cuando veis una nube que se levanta en el occidente, al momento decís: «Va a llover», y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: «Viene bochorno», y así sucede. ¡Hipócritas! Sabéis explorar el aspecto de la tierra y del cielo, ¿cómo no exploráis, pues, este tiempo?
Reflexión:
Estamos terminando nuestra novena, y nos encontramos con el texto del Evangelio que nos pone a reflexionar sobre nuestro estar en el mundo. Comprendemos cómo funciona muchas veces la naturaleza, sabemos los tiempos de la cosecha, se predice hoy con más precisión los días soleados y los días lluviosos; se sabe cuándo pasarán los huracanes y se sabe con mucha exactitud dónde ocurren los sismos y cuándo pueden llegar otros. Pero ¡Cuánto nos falta comprender al ser humano!
Las ciencias que estudian al hombre, siguen en un intento fallido por agrupar a todos los seres humanos en unos parámetros idénticos, la globalización ha quitado, en muchos lugares, la singularidad cultural del hombre y la mujer de hoy.
Esa necedad del hombre de todos los tiempos, puede exasperar hasta al mismo Señor, que desearía que todo el mundo ardiera de amor y entendiera por fin el mensaje que conduce al Reino de Dios, pero Él sabe que muchos se resisten a su mensaje, que prefieren seguir viviendo en sus propias seguridades y conceptos individualistas,
Estamos llamados a estar vigilantes ante los signos de los tiempos que nos revelan el tiempo de Dios, el Kairos, el paso del Señor en nuestra vida, la oportunidad única de cambiar nuestras vidas. Estos tiempos que vivimos como humanidad nos deben hacer pensar qué tan bien estamos haciendo las cosas.
Preguntas:
1. ¿Qué significa para nosotros los signos de los tiempos?
2. ¿Somos predicadores de la esperanza o por el contrario seguimos siendo predicadores del fatalismo y la desgracia?
3. ¿Qué entendemos por esperanza cristiana y de qué manera soy capaz de alentar a otros a vivir en el amor de Dios?
Oración final al Sagrado Corazón de Jesús
Oh Corazón de Jesús, que desbordas de amor por nosotros, hoy te suplicamos, que nos enseñes el valor de ser para los demás donación, entrega y alimento, como lo eres Tú.
Queremos transparentar tu luz gloriosa y santa que nos saca de la oscuridad del individualismo y nos devela el egoísmo que reina en las oscuridades de nuestro mundo.
Queremos señalar tu camino, angosto pero lleno de esperanza, no queremos estar sentados o a la vera de la calzada, queremos compartir contigo nuestro destino, abrazando y levantando al caído y desamparado.
Queremos enseñar tu verdad, capaz de despertar en nosotros la conciencia de ser verdaderos humanos y alentar a otros a asumir sus compromisos cristianos, para edificar el Reino de amor de nuestro Padre.
Queremos ser Eucaristía para alimentar a otros con la savia de la esperanza y sentirnos trigo en manos de nuestro amado Padre, que nos reúne como sus hijos en su augusto y eterno seno.
Y, finalmente Señor, queremos ser vida y comunicar a otros la esperanza, para que ninguna periferia se prive de ese anuncio gozoso del Evangelio, para que nuestros corazones latan en sintonía con el tuyo. Amén.
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