“No te olvides, Señor, de nosotros…”
Lam 2, 2. 10-14. 18-19; Sal 73; Mt 8, 5-17.
Una de esas tardes en que parece que ya no hay más novedad, llegó a la casa un grupo de personas hambrientas. Yo era la responsable de la cocina y, al mirar esas 40 personas, me preocupé de no tener lo suficiente para atenderles. Me fui a preparar la comida y, al entrar a la cocina, vi unas cajas grandes llenas de platillos preparados, 40 para ser exactos. Cada plato con arroz, frijoles, guisado de pollo y unas tortillitas calientes. Mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Te puedes imaginar?
¿Cómo no alabar la bondad del Señor, y agradecerle que esté siempre junto a nosotros, expresarle nuestra pequeñez ante tantos milagros realizados en nuestra vida?
El evangelio de hoy nos presenta a un Jesús dispuesto, observador, atento, disponible para servir, para curar, para poner vida ahí donde hay desconsuelo y tristeza por la enfermedad.
El Centurión sabía a quién le pedía la curación de su criado, no duda en acercarse a Jesús y confiar plenamente en él para que el milagro pueda suceder. La suegra de Pedro, de igual forma, una vez curada, al instante se pone a servir, agradecida sin duda por lo que Jesús había hecho por ella.
Y tú, ¿pones vida donde hay tristeza y sufrimiento?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.
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