“El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo…”
Éx 19, 2-6; Sal 99; Rom 5, 6-11; Mt 9, 36-10, 8.
Cuando llegué a la casa de Lucy, la mamá lloraba llena de dolor. Le pregunté qué le pasaba, si le dolía algo, si yo podía ayudarle. Mi sorpresa fue que Lucy apenas le había dado la noticia de que se iba de religiosa, y eso parecía un funeral; la mujer, que era ministra de la Eucaristía, casi moría.
Todos los días, al final de la misa, en muchas partes rezamos por las vocaciones, pero nos olvidamos que Jesús puede tocar a nuestra puerta, y puede decirnos: “Ven, sígueme” o “deja que tu hijo o tu hija vengan a trabajar en mi viña”.
Urgen trabajadores y no basta con rezar, hay que trabajar, hay que ser generosos y responder al llamado de Jesús.
Como dice el salmo responsorial: El Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Anunciemos a ese Dios vivo en nuestros corazones y comprometámonos a trabajar por las vocaciones. Jesús nos envía con nuestro nombre y en su nombre, desde nuestro bautismo, a anunciar su Reino. ¡Seamos Valientes!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Yolanda Elvira Guzmán Yeh, H.C.
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