“Envía, Señor tu Espíritu a renovar la tierra”
Hech 2, 1-11; Sal 103; 1Cor 12, 3-7. 12-13; Jn 20, 19-23.
Hoy celebramos la fiesta de Pentecostés. La primera invitación es a que hagamos nuestra esta fiesta y vivamos nuestro propio “pentecostés” pidiéndole al Espíritu santo que derrame sobre nosotros sus dones y nos haga valientes testigos de su presencia en el mundo.
En el evangelio aparece Jesús deseando la paz y derramando sobre los suyos el don del Espíritu, para que fueran a todos los rincones y a cada corazón en este inicio de una nueva creación.
Siempre que nos esforzamos por vivir como Jesús, sentimos laalegría de actuar desde su Espíritu y la certeza de estar haciendo lo que a Dios le agrada, porque estamos preocupados por el ser humano.
El Espíritu impulsó a los discípulos a predicar, a salir sin miedo. No se posee el Espíritu por hablar idiomas imposibles de entender; si nos fijamos, en la primera lectura se nos indica que todas las personas entendían lo que se predicaba, como fruto de la presencia del Espíritu Santo en los apóstoles.
No olvidemos que la verificación plena de la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida se da cuando, como Jesús, actuamos en todo momento en favor de la vida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Elizabeth Sánchez Rangel, H.C.
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