“Nadie les quitará su alegría”
Hech 18, 9-18; Sal 46; Jn 1v6, 20-23.
Vivir en la alegría no es fácil, vivimos tiempos duros, inmersos en la violencia, que cada día cobra más víctimas. Los pobres sufren y cada vez están más abandonados; vemos que la gente rica triunfa, que la tecnología da placer, pero no alegría verdadera. La alegría que da el mundo dura muy poco tiempo.
La verdadera alegría, a la que se refiere Jesús es aquella que ha pasado por la tribulación y por las dificultades y aún se mantiene. Ésa es la alegría cristiana, una realidad espiritual que no viene del exterior, sino que está en nosotros, la encontramos dentro. Es así como el dolor y la aflicción pasarán: como una mujer cuando tiene un parto. El dolor le dará paso a una gran alegría y esta alegría ni se acabará, ni podrá ser arrebatada, sino que permanecerá para siempre.
La muerte de Jesús será un paso. La cruz, signo de dolor, de llanto y sufrimiento, se transforma para nosotros en instrumento de salvación, motivo de nuestro gozo, gozo que nadie podrá arrebatarnos. Con la resurrección Jesús entró en la vida definitiva. Entremos nosotros con él.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Elizabeth Sánchez Rangel, H.C.
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