Desde un punto de vista vicenciano: La manera vicenciana de servir

por | May 17, 2020 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

Durante el tiempo de Pascua, tanto en la Eucaristía diaria como en la dominical, escuchamos lecturas de los Hechos de los Apóstoles. Es decir, aprendemos sobre el crecimiento de la Iglesia después de la muerte, resurrección y ascensión de Cristo. Prestando un poco de atención, podemos permitir que el Espíritu nos transmita muchas lecciones interesantes.

La lectura del quinto domingo de Pascua (10 de mayo) nos contaba la historia de la designación de los siete primeros diáconos. La situación atrae nuestro interés. Las necesidades de las viudas en la Iglesia requieren atención. Los apóstoles habían estado llevando a cabo ese ministerio. Entonces, los Apóstoles se reúnen para tomar una decisión:

No nos parece bien descuidar la palabra de Dios para ocuparnos del servicio de las mesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete de vosotros, hombres de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, y los encargaremos de esta tarea; nosotros nos dedicaremos a la oración y al servicio de la palabra.

Puede que ese fuera el pensamiento de los Apóstoles, pero el Espíritu Santo tenía otro plan…

Los dos primeros de estos hombres designados diáconos fueron Esteban y Felipe. El relato de Esteban aparece seguidamente. Predica poderosamente el mensaje de Jesús y es prontamente arrestado y asesinado. Se convierte en el primer mártir cristiano. Los relatos de Felipe se suceden: predica el Evangelio a los samaritanos; convierte al eunuco etíope mientras le explica las Escrituras; y, poco más tarde en el Libro, ofrece hospitalidad a Pablo en sus viajes misioneros. La enseñanza que surge de los relatos de estos dos hombres reside en esta verdad: su encargo puede haberse centrado en el servicio de las necesidades físicas de la comunidad, pero el Espíritu les llama también a predicar el Evangelio.

Pienso en cómo Vicente hubiese aprobado a estos individuos. Cuando forma a sus cohermanos, o a las Hijas de la Caridad, o a las Damas de la Caridad, les instruye con la directiva de que no pueden pensar en sí mismos como dedicados únicamente para el cuidado físico de los pobres, ni únicamente para su bienestar espiritual. Ambos elementos de servicio necesitan ser expresados en todo su ministerio.  Les dice:

De modo que, si hay algunos entre nosotros que crean que están en la Misión para evangelizar a los pobres y no para cuidarlos, para remediar sus necesidades espirituales y no las temporales, les diré que tenemos que asistirles y hacer que les asistan de todas las maneras, nosotros y los demás (SVP ES XI, 393-394).

Se podrían señalar numerosos pasajes en los que tanto Vicente como Luisa señalan este aspecto. Se puede ver cómo los Evangelios enseñan esta verdad: la historia de Jesús predicando a la multitud y luego alimentándola nos viene inmediatamente a la mente (Mc 6,34-44; Lc 9,11-17).

En este momento de pandemia, con la atención de gran parte de nuestro mundo centrada en las necesidades físicas de nuestros hermanos y hermanas, escuchamos la llamada a responder también a sus necesidades espirituales. Esta dedicación se encuentra en el centro de nuestro carisma y tradición vicenciana. Permitamos que la Palabra de Dios nos anime mientras dirige nuestra atención a la comunidad cristiana que atiende a toda la persona.

Etiquetas: coronavirus

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