Compartimos la entrevista que el Diario HOY de Badajoz hizo a Sor Loli Vélez Saavedra, Hija de la Caridad, enfermera en el Hospital Perpetuo Socorro de Badajoz, pero que ahora trabaja en el albergue para personas sin hogar de Cáritas.
Sor Loli habla en esta entrevista de su experiencia como Hija de la Caridad, como enfermera y en su servicio en el albergue: «Ojalá estos días permitan sacar de la calle a alguna persona sin techo».
Sor Loli Vélez Saavedra no es una enfermera al uso. Antes de enfundarse la bata de enfermera ya vestía el hábito de las Hijas de la Caridad. Enfermera en el servicio de Cirugía Mayor Ambulatoria del Hospital Perpetuo Socorro, ahora trabaja en el centro para personas sin hogar que coordina Cáritas en el pabellón Las Palmeras, un ‘hogar’ creado para que quienes no tienen un techo puedan quedarse en casa estos días.
–Confinados en ‘casa’ quienes viven en la calle. ¿Contradictorio?
–Muchos de los usuarios de ese centro dormían ya en el albergue provisional de Cáritas en Bravo Murillo. Pero al hacerse obligatorio el confinamiento no cabían, de modo que las instituciones se pusieron de acuerdo: el Ayuntamiento cede el pabellón, Cruz Roja instaló las hamacas y las tiendas de campaña, el Ejército participó en el montaje, Cáritas gestiona el servicio y la Junta de Extremadura lo subvenciona.
–¿Está cumpliendo su función?
–La población que hay allí lleva mucho tiempo en la calle. Pero ahora están confinados y ésa es su casa. Tienen todas las necesidades cubiertas en la medida de lo posible y se atiende tanto a los sintecho de Badajoz como a los que vivían en Mérida, Almendralejo, Zafra, Talavera… Hay 50 plazas.
–Los marginados forman parte de su vida por vocación. ¿Qué le llevó a ingresar en las Hijas de la Caridad?
–Su espíritu de ayuda a las personas más necesitadas. Las conocí en el Hospital Provincial de Badajoz cuando me preparé para ser auxiliar de clínica con las Adoratrices.
–¿Cuál fue su primer destino?
-La Santa Caridad en Sevilla, un albergue donde estaban las personas más desfavorecidas. Allí aprendí de las hermanas que no había distinción, por muy tirada que estuviera la persona.
–¿Dónde la enviaron después?
–A un hospital de La Línea en un barrio con mucha droga. También a un piso de toxicómanas en Jerez de la Frontera y no me olvido de un pueblo de Sevilla donde había un castillo con habitaciones sin luz en las que vivían personas solas, muchos alcohólicos. Íbamos a limpiarles la casa y llevar comida.
–¿Cuándo volvió a Extremadura?
–La primera vez que trabajé aquí fue en el Psiquiátrico de Plasencia, no me cabía en la cabeza que hubiese un pabellón infantil, me entraron ganas de venirme a Badajoz. Pero luego disfruté muchísimo dentro de lo que era. A fin de cuentas, yo sentía que me sensibilizaba más con ellos porque esos niños necesitaban ternura.
–¿Cuándo comenzó a ejercer la profesión de enfermera?
–Empecé a estudiar al venir a Badajoz a la casa cuna, con 26 años.
–¿Es habitual que una religiosa trabaje en el sistema público?
–En la comunidad de las Hijas de la Caridad de Badajoz todas en aquella época trabajábamos en el SES, unas en el Universitario y otras en el Materno o el Perpetuo.
–Pero su puesto en el hospital no le ha impedido seguir trabajando para las Hijas de la Caridad…
–A mí me destinaron en 1998 a la obra social de Martín Cansado, que es donde funciona el comedor social. Allí se da de comer, hay duchas y ropero, y se les lava la ropa… Y durante dos años también nos hicimos cargo del albergue para la ola de frío que ahora gestiona Cáritas.
–Ese albergue es el que ahora se ha trasladado a Las Palmeras. ¿Se ha dado algún positivo?
–Al principio se hicieron algunas pruebas a personas que presentaban síntomas pero todos han dado negativo. En cualquier caso, hay 10 camas reservadas por si se produce algún contagio.
–¿Cuál es su papel en el centro?
–El SES me dijo que si no me importaba me fuera allí de enfermera. Otra va por la mañana. También hay un médico que va a diario, otro facultativo y una enfermera del Cedex, otra médico del centro de salud de El Progreso y un equipo de psiquiatras. Apoyan trabajadores y voluntarios de Cáritas, la mayoría del centro Padre Cristóbal de Mérida y del Centro Hermano de Badajoz.
–¿Le ha sorprendido algo?
-No me he encontrado nada nuevo porque la mayoría son usuarios que venían al comedor de Martín Cansado, que iban al albergue o que proceden de la prisión y los conozco de las entrevistas que realizamos cuando van a hacer uso del piso de acogida de Cáritas.
–Su vida ha estado dedicada a las personas con más necesidades. ¿Por qué entrega su vida a ellos?
–En mi momento la opción que hice fue estar al lado de los más necesitados, Para mí también es una satisfacción personal porque me ayuda saber que mi trabajo sirve a esas personas. Para un cristiano el modelo de vida es Jesús y siempre tengo en la cabeza que la primera hija de la Caridad murió porque se contagió atendiendo a una persona que tenía la peste.
–¿Siente angustia estos días?
–Angustia no, pero en algún momento pienso que si alguno da positivo la situación se complicará. Cuando dejé mi puesto en Cirugía Ambulatoria mis compañeros me decían que tuviera mucho cuidado, pero ahora no sé dónde hay más riesgo porque aquel servicio se ha reconvertido en un servicio de urgencias para COVID-19 positivo.
–¿Servirá este ‘encierro’ obligado para sacar de la calle a alguna persona sin hogar?
–Dios quiera que sí. Yo he comprobado en la prisión que, quien realmente quiere, consigue salir adelante si encuentra apoyo.
Autor: Evaristo Fernández de la Vega
Fuente: https://www.hoy.es/
0 comentarios