Desde un punto de vista vicenciano: Lecciones aprendidas

por | May 3, 2020 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 1 Comentario

La situación causada por el coronavirus ha proporcionado un cierto nivel de conocimientos para muchos de nosotros. Nos ha llamado a aprender más sobre la naturaleza de la enfermedad y del virus; nos ha hecho mejorar en la interpretación de gráficos de barras, líneas y diagramas circulares; nos ha requerido refrescar nuestros conocimientos de geografía y densidad de población. Se podrían añadir otros puntos en esa lista, como la importancia del jabón y las manos limpias, y nuestra innegable necesidad de familiarizarnos más con la tecnología, con sus maravillosos métodos de comunicación. Nuestra realidad actual ha contribuido a profundizar nuestra educación.

La disciplina que me viene a la mente en espcial, en nuestro actual contexto humano, es el ámbito de la sociología. Como mínimo, se nos ha incitado a reconocer lo que sabemos que es verdad: somos criaturas sociales. Seguimos descubriendo nuestra estrecha conexión con otras personas y el resto del mundo, tanto física como psicológicamente. El distanciamiento social no es fácil.

A medida que la gente comienza a hablar de la «nueva normalidad» y del «momento decisivo» de esta pandemia, imaginamos en qué serán nuestras vidas diferentes, y nos preguntamos cómo. Algunos escriben sobre lo que puede ser un cambio en nuestro método de saludarnos: apretones de manos, abrazos y besos pueden volverse menos comunes. Una simple reverencia puede convertirse en la forma de saludar (me recuerda el método que yo asocio con la cultura japonesa). El transporte público puede necesitar un replanteamiento. Habiendo crecido en Nueva York, el metro era el vehículo habitual para moverse por la ciudad, y aún sigue siéndolo para mí. En el «anterior» mundo, el sistema de metro de Nueva York movía a 5,7 millones de personas cada día laboral, añadiéndose otros 400.000 más en el sistema de autobuses. Durante la hora punta, estos medios de transporte público estaban «abarrotados». Consideremos otro escenario: ¿en qué momento de nuestra vida nos sentamos más cerca de una persona que durante el período prolongado que estamos en un avión? Las instituciones educativas de todos los niveles (como la universidad de St. John, donde estoy) continúan examinando los retos futuros para proporcionar una educación a nuestros jóvenes. Y así sucesivamente.

Nuestros corazones vicencianos se elevan al reconocer el servicio que tantos, en nuestro mundo, proporcionan cada día a aquellos que sufren aflicción. El increíble esfuerzo realizado por los trabajadores de la salud, por los socorristas, por nuestros científicos y por todos los trabajadores menos conocidos pero esenciales, ofrece una lección sobre la bondad y la abnegación de las personas. La compasión y la generosidad siguen vivas y activas en muchos sectores. Estamos muy agradecidos por su cuidado y su ejemplo del «no hay amor más grande».

La propagación del virus y su impacto nos ha enseñado, o recordado, a muchos de nosotros otras verdades que tocan nuestras almas vicencianas. Sabemos que hay menos hospitales y peor equipados en las zonas pobres. Junto con esta realidad, encontramos que los necesitados tienen menos acceso a la atención sanitaria, que viven en poblaciones mucho más densas, y que algunos de los servicios que proporcionan (aunque de baja remuneración) se consideran esenciales. Los pobres siguen dependiendo del transporte público, por lo que se exponen repetidamente a situaciones que los ponen en peligro. Al haber menos trenes y autobuses en funcionamiento, las condiciones de cercanía en cada coche empeoran el riesgo. Ninguna de estas realidades nos sorprende, pero el virus lo hace aflorar de una manera poderosa e innegable. Vinculado a todo esto, se nos recuerda lo cerca que están del límite muchas familias. Sin un ingreso regular, las necesidades de comida, refugio y viajes se vuelven difíciles de sostener. Estas realidades de la aflicción actual influyen desproporcionadamente en la población latinoamericana y afroamericana, pero no son los únicos marginados que sufren.

Afortunadamente, la Familia Vicenciana lleva a cabo servicios que atienden las necesidades de los desfavorecidos que viven entre nosotros. Cada uno de nosotros debe continuar ofreciendo su oración y recursos a estos esfuerzos. Como se nos recuerda repetidamente, estamos juntos en esto.

Etiquetas: coronavirus

1 Comentario

  1. Fernando Miguel Yunes

    La pandemia nos enseña que todos somos frágiles y vulnerables, pobres carecientes que nos necesitamos entre todos y que es mas propio de la condición humana la solidaridad fraterna, el compromiso por el bien común y la solicitud por los otros. Las situaciones extremas de la vida como este flagelo, son oportunidades propicias para reflexionar, entre otras cuestiones, sobre las falsas y vanas seguridades a través de las cuales los seres humanos procuramos lograr fortaleza y autosuficiencia -dinero, poder, prestigio, influencias, saber, elocuencia, prejuicios raciales de superioridad, ciencia y razón- y abrirnos a la verdadera fortaleza que es el amor, la interdependencia entre los pueblos y la construcción de la paz en la justicia. Los creyentes sabemos, además, que la seguridad no estriba en la obra de los hombres, sino en Dios providente y misericordioso.

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