Muchas de las aldeas de la montaña de “El Merendón” que miran al mar Caribe pertenecen al municipio de Omoa. Este se ubica en el noroeste de Honduras, siendo fronterizo con Guatemala.
Al otro lado de la montaña se encuentra la ciudad de San Pedro Sula, la ciudad industrial más importante de Honduras, capital del departamento de Cortés, y sede episcopal de la diócesis de su mismo nombre.
En casi todas aldeas de la mentada montaña se pueden encontrar fincas con abundante arbolado de lo que aquí se denomina “palos de cacao”, que suelen tener una altura y forma parecida a los ciruelos o manzanos.
Su cultivo, en otro tiempo bastante marginal, se está viendo incrementado en los últimos tiempos, pues los campesinos obtienen mayor rendimiento económico que si cultivasen café, maiz, o frijoles.
Pero, si se pregunta en San Pedro Sula por alguna fábrica de chocolate, encontrará que nadie sabe darle razón de una. De igual manera, si quiere degustar una porción del producto, tendrá que ir a buscarla a los supermercados más grandes, y no encontrará más que las carísimas procedentes de Estados Unidos o Europa.
Todavía puede quedar más sorprendido si se entera, por si no lo sabía aún, que esta tierra del valle de los ríos Ulúa y Chamelecón, parece ser que fue la cuna del cacao en época anterior a la llegada de los españoles a Centroamérica. Según los historiadores, los habitantes de aquí pertenecían al pueblo y cultura maya, igual que los habitantes del sur de México. Tenían intercambios comerciales con los habitantes de la península de Yucatán, y el cacao parece que era la moneda de cambio en sus transacciones comerciales.
Cuando Hernán Cortés comenzó la conquista de México con un escasísimo número de soldados españoles, tuvo que valerse de la ayuda de otros pueblos autóctonos sometidos a los aztecas, que esperaban la hora de la venganza frente a sus opresores. En Yucatán Cortés obtuvo la inestimable ayuda de un fraile sevillano que encontraron allí viviendo desde hacía ocho años. Había naufragado su barco en las costas, y pudo sobrevivir como esclavo de un cacique local. El mentado fraile, Jerónimo de Aguilar, sabía la lengua maya y había aprendido también las costumbres del pueblo en el que vivía, entre ellas, el procesamiento y elaboración del chocolate. Él transmitió la fórmula a sus antiguos compatriotas.
Se dice que uno de los primeros lugares del Viejo Mundo donde se consumió chocolate fue el monasterio cisterciense de Piedra, en la provincia de Zaragoza.
Cuando los turistas visitan Aragón y su capital, Zaragoza, y quieren llevarse algún recuerdo local, terminan por reconocer que el más dulce que encuentran son las denominadas “frutas de Aragón”, cuya fómula consiste en un trozo de fruta confitada recubierto de fino chocolate.
El P. Iván Juarros, misionero paúl “ahorita” en la montaña de El Merendón, cuando ve los “palos de cacao” llenos de frutos en las aldeas, no puede por menos de recordar aquellos días viviendo en Zaragoza, devorando una tableta de chocolate, mientras traducía a Cicerón.
Pero en Puerto Cortés, donde reside, le resulta más difícil obtener una tableta de chocolate que la obra poética de Virgilio. Ésta se puede descargar fácil y rápido, pero que te envíen el chocolate por Amazon puede resultar excesivamente caro; además de ser corrosivo para la conciencia de un misionero vicentino.
El viernes 8 de marzo, día Internacional de la Mujer Trabajadora, un reducido grupo de ellas, tuvo una capacitación en los locales del antiguo hogar de niños de Puerto Cortés, sobre cómo fabricar chocolate artesano con el valioso producto local, que se exporta casi en su totalidad al extranjero. El instructor chocolatero fue Neo Del Cid, hondureño, que ha residido fuera del país durante treinta años, y ha dado capacitaciones sobre el tema en Guatemala, México, y Estados Unidos. Fue una completa sesión, teórica y, sobre todo, práctica, impartida con dedicación y gratuidad por gentileza suya, a petición de su amiga Karen Pineda y del P. Ivan.
En reportaje fotógrafico adjunto se puede ver el proceso de elaboración del chocolate artesano “Puertocao”, que esperamos guste tanto a los futuros consumidores, como lo fue para los niños del Hogar San Ramón, a quienes se dio a probar.
Confiamos que la cooperativa recién constituida, de mujeres trabajadoras comprometidas con la parroquia, salga adelante y en un futuro próximo pueda ser fuente de trabajo e ingresos para un buen número de ellas.
El Consejo de Zona de Zaragoza, de la Sociedad de San Vicente de Paúl (Conferencias) está apoyando con una modesta pero inestimable ayuda económica, que se agradece sinceramente.
La fórmula de composición del producto la mantenemos por ahora en secreto. Es chocolate artesano y sin aditivos; natural cien por cien. Sólo el Visitador Provincial y el párroco de Puerto Cortés la conocen, así que si luego circula por la web sabemos de donde ha partido… Aunque si el prior cisterciense de Piedra no pudo mantener en secreto la fórmula del chocolate transmitida por fray Jerónimo de Aguilar, quizá sea también excesiva carga pedir que no se difunda la del chocolate artesano “Puertocao”.
Fernando López Rajadel.
SSVP-Teruel.
Fuente: http://pauleszaragoza.org/
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