Jesús le dijo “María”, ella se volvió y le dijo “Rabbuni”
Hech 2, 36-41; Sal 32; Jn 20, 11-18.
Los discípulos después de ver los lienzos en el suelo volvieron a su casa, pero María se quedó llorando cerca del sepulcro, haciéndose preguntas respecto a dónde podría estar el cuerpo de Jesús. De pronto su nombre fue pronunciado y supo que era Él, porque las ovejas reconocen la voz de su pastor, que las llama por su nombre.
Tuvo que dar vuelta, dejar atrás el llanto y el sepulcro, que le impedían reconocer al Maestro.
De la misma manera nosotros, para reconocerle, hemos de “dar la vuelta a la medalla”, como nos explica San Vicente de Paul: No hemos de considerar a un pobre campesino o a una pobre mujer según su aspecto exterior, ni según la impresión de su espíritu, dado que con frecuencia no tienen ni la figura ni el espíritu de las personas educadas, pues son vulgares y groseros. Pero dadle la vuelta a la medalla y veréis con las luces de la fe que son ésos los que nos representan al Hijo de Dios.
Ante situaciones difíciles o dolorosas, ¿sabemos “darle la vuelta a la medalla” para descubrir en ellas el paso de Dios?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor María del Pilar Méndez Gallegos H.C.
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