He estado leyendo la exhortación apostólica post-sinodal del Papa Francisco «Querida Amazonia». Se centra en las necesidades de la región y de la gente del Amazonas. Enfatizando muchos puntos importantes para la acción y la reflexión, considera cuestiones relativas a la ecología, la inculturación y el papel de la mujer en la Iglesia, así como muchas otras. Sin embargo, a estas alturas, aquellos que se mantienen atentos a las palabras del Santo Padre esperan encontrar algunas maravillosas y cortas declaraciones que hacen pararse, mientras se lee, e invitan a sentarse y pensar.
Para mí, una de esas declaraciones en este documento llamó la atención sobre lo más importante del trabajo: su sentido (nº 83). Me detuve a reflexionar sobre esta simple frase. Como la mayoría de las personas, paso una parte significativa de mi día estando «ocupado», y pienso en mi día en esos términos. «¿Qué he hecho?» «¿Qué más tengo que hacer?» «¿Cuánto tiempo tengo?» Rara vez me pregunto: «¿Por qué estoy haciendo esto?» «¿Cómo contribuye este trabajo al bien de la comunidad humana y de aquellos a los que sirvo?» En otras palabras, «¿qué significa este trabajo?»
Francisco escribió sus palabras en medio de una deliberación sobre la importancia de la reflexión y la contemplación para un ser humano. Dice: «la espiritualidad cristiana incorpora el valor del descanso y de la fiesta» (nº 83). Realizar una tarea no es en sí el valor más alto. Hay que considerar el significado de la acción; hay que dar un paso atrás para ver el valor del esfuerzo y el resultado. Recordar la historia en la creación. Escuchamos:
En el séptimo día Dios completó el trabajo que había estado haciendo; descansó en el séptimo día de todo el trabajo que había emprendido. Dios bendijo el séptimo día y lo hizo santo, porque en él descansó de todo el trabajo que había hecho en la creación (Gen 2,2-3).
Es valioso el tener capacidad de alegrarse de la tarea que uno realiza. El Señor Dios nos muestra esa certeza desde el principio. El trabajo, sin la oportunidad de encontrar su propósito y su contribución a la creación, al servicio de los demás, es un trabajo que puede deshumanizar. El estímulo de estar agradecido por los logros propios y la oportunidad de alabar al Dador de todas las posibilidades sugieren la intención del tercer mandamiento.
Durante esta época de Cuaresma, escucho una llamada a hacer un balance de mis tareas. Mirar más seriamente lo que hago cada día ofrece la oportunidad de encontrar un significado a mis labores. Puedo fácilmente seguir haciendo las mismas cosas y lograr los mismos resultados. Puedo hacer esto sin comprometer mi corazón y mi alma a ningún nivel. Quiero que mi vida tenga un propósito y se dé para el beneficio de los demás. Aunque no pueda identificar esa verdad en cada tarea, el panorama general debería y ofrece más claridad.
La llamada al trabajo se conecta con la dignidad de un ser humano. Reconocemos esto en las historias de nuestros primeros padres. Vicente nos recuerda cómo unir nuestros esfuerzos con la dependencia de nuestro Dios:
Así que no te detengas más en lo que eres, sino considera a nuestro Señor cerca de ti y dentro de ti, listo para poner su mano en el trabajo tan pronto como le pidas ayuda, y verás que todo irá bien. (Vicente de Paúl, 19 de diciembre de 1646).
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