“Ahí está el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”
1 Jn 2, 29-3,6; Sal 97; Jn 1, 29-34.
De niño me enseñaron que es de mala educación señalar a las personas con el dedo. Aún hoy me cuesta hacerlo. Pero no puedo dejar de imaginar a Juan el Bautista señalando claramente a Jesús: “Él es el Cordero, el que ha de bautizar con Espíritu Santo. Atestiguo que él es el Hijo de Dios”.
…Yo sólo vine a prepararle el camino e invitar a todos a que vuelvan los ojos y la vida hacia él. Yo sólo bautizo con agua, él bautizará con ese océano infinito de gracia y de fortaleza que es el Espíritu Santo. Yo soy sólo una voz, él es la Palabra que, cuando se pronuncia, nace la vida, se gesta una nueva realidad. Yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias, él será capaz de lavarnos a todos los pies y de ofrecer su vida por todos. Él es más fuerte que yo, más fuerte que todo. Yo no soy nadie, soy sólo una voz.
No te equivoques, no te confundas, Jesús es el Cordero, el camino, la verdad, la vida, la luz que alumbra toda oscuridad. Sigue la dirección que señala la mano del Bautista. Te encontrarás con Jesús.
Ya no apartes la mirada de él. Ni el corazón.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
P. Silviano Calderón cm
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