Oh Sabiduría, muéstranos el camino de la salvación.
Gn 49, 2. 8-10; Sal 71; Mt 1, 1-17.
Un árbol es un bello regalo de la naturaleza. Esta valoración, más que solidaridad ecológica, es reconocimiento del simbolismo que representa el árbol como fenómeno de vida. Los evangelistas Mateo y Lucas quieren anunciarnos algo más que datos biográficos al registrar los nombres de los antepasados de Jesús. Atrevámonos a leer esos nombres poco comunes y lleguemos hasta el final, todos son parte de nuestra historia de salvación. El árbol genealógico de Jesús tiene personajes como Abraham que creyó contra toda esperanza, y como el rey David que sucumbió a la malignidad del poder.
Los evangelistas nos anuncian que Cristo entró en la raza humana tal y como la raza humana es, puso un pórtico de pureza total en el penúltimo escalón –su madre Inmaculada– pero aceptó, en todo el resto de su progenie, la realidad humana total que venía a salvar. Si alguien hiciera un inmenso, inmenso, inmenso árbol genealógico de la humanidad entera, en una de esas verdaderas ramas estaría el nombre de Cristo, nuestro Dios. Y en otras muy distantes, pero parte del mismo árbol, estarían nuestros sucios y honradísimos nombres.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Alicia Margarita Cortés H.C.
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