¿Quiénes viven en las cárceles de Bolivia?
Sabemos que la situación de las cárceles en cada nación generalmente responde a una cuestión práctica, aunque refleja la filosofía del país al respecto. Sin quebranto del derecho de las víctimas, podemos decir que las cárceles es el mundo de la exclusión, del atropello a la dignidad, de la impotencia del miedo, de la injusticia, que transforma al ser humano en victima del poder punitivo de nuestra sociedad. En ellas están, mayoritariamente, gente pobre, abandonada a su suerte por falta de políticas penitenciarias dirigidas al respeto de los derechos humanos. Al respecto, existen pocas excepciones en países como los de Latinoamérica.
En concreto, realizaremos un breve acercamiento al conocimiento de la realidad carcelaria, concretamente en el Departamento de Cochabamba (Bolivia). En Cochabamba existen seis recintos penitenciarios con aproximadamente 2.800 internos (es una población variable). En estas cárceles, como en otras del país, viven muchas personas supuestamente expiando sus delitos. Gran parte de ellos son jóvenes que no han tenido oportunidades de un desarrollo personal integral y humano, como corresponde por derecho a toda persona; por falta de oportunidades, muchos ha vivido toda su existencia en la calle, sin hogar propio, han crecido en la violencia, el robo y los vicios de toda índole, sin nadie que se preocupe por ell@s y, lo peor, nunca han experimentado un amor auténtico. Aquí también se concentran a personas de la tercera edad y enfermos crónicos con tuberculosos y SIDA.
Somos testigos de que en estos recintos penitenciarios se viven varios problemas que no se dan aislados, sino más bien están conectados entre sí y conforman una realidad en la que viven personas privadas de libertad y en ocasiones familias y niños. Los recintos carcelarios, casi siempre, no ofrecen las mínimas condiciones para que se reconozcan como algo habitable. No hay espacios adecuados para caminar, descansar, compartir y se vive un clima de violencia, corrupción, sobrepoblación, hacinamiento, mal estado de la infraestructura, insalubridad, abandono, pobreza extrema, falta de formación al menos formal y técnica, carencias espirituales y morales.
Al mismo tiempo que en las cárceles se vive de lo peor, se dan verdaderas y profundas expresiones de humanidad. El preso gime por el dolor causado, Algunos, sufren la enorme soledad y el abandono otro soportan la violencia y prepotencia de personas que le rodea, y otros dan gracias a Dios por haberlos llevado a «este lugar» o haberles «quitado el velo que les cubría los ojos», impidiéndoles verse como eran. Así que la cárcel se vuelve un «lugar» de encuentro con el Dios de Jesucristo en su Misericordia y Amor
¿Nos hemos preguntado si la cárcel, de alguna manera, puede ayudar a los privados de libertad en una verdadera rehabilitación?
Desde los primeros tiempos del cristianismo, la Iglesia Católica se ha involucrado en cuestiones relacionadas con la injusticia y las condiciones de quienes delinquen (fundamente evangélico, Mateo 25,36) Ello, a partir de nuestra convicción de que Dios está en cada individuo, vemos a los socialmente llamados «delincuentes» como seres humanos, con derechos y deberes y nos preocupamos por su bienestar sin importar qué delitos hayan cometido. Para las persona que integramos la Pastoral Penitenciaria, no hay un solo ser humano fuera del Amor de Dios. El área del crimen es una situación donde se necesita del perdón y justicia humanizada, (sabemos, lo quiere el Papa Francisco I).
Por parte de la Pastoral Penitenciaria en Bolivia, esta intervención viene dada por el esfuerzo de tantos años en las cuestiones de justicia penal y Derechos Humanos, que ha llevado a preocuparnos, cada vez más, por los problemas de los internos recluidos en las cárceles y sus familias. La tarea, en particular, que venimos realizando, desde el apoyo brindado de forma integral en las cárceles en Cochabamba-Volvía, es el resultado de la colaboración de muchas personas y organismos que muestran la posibilidad de proporcionar alternativas, que se traduce en evitar la vulneración derechos, la disgregación familiar, el que se llegue a mejorar el trato en las relaciones interpersonales y se reduzca la violencia en las cárceles en cuanto sea factible. Creemos que de negar estos Derechos y asistir pasivamente a esta vulneración de mellar su dignidad como meros espectadores, estamos contribuyendo a una sociedad, cada vez, más «enferma y encarcelada en un futuro próximo.
Si nuestro objetivo como Pastoral Penitenciaria en Cochabamba es «humanizar el mundo de la prisión, desarrollando de forma integral las dimensiones propias del ser humano, defendiendo y luchando por los Derechos Humanos de las personas que sufren en prisión, exigiendo respeto a su condición humana y evitando su deterioro personal y moral» De acuerdo a los lineamientos pastorales priorizados por nuestra la Pastoral Penitenciaria de Cochabamba, hacemos conocer, en forma resumida, aquellas acciones de servicio que se realizan a favor de los privados de libertad en las 6 cárceles y sus familias, que sin duda alivian en lo posible sus muchas penalidades y les hace sentir su dignidad como personas. Axial:
En el área espiritual, se comparte la Palabra de Dios, se celebran los sacramentos y se imparte formación catequética y bíblica.En el área de salud, se gestionan y acompaña situaciones de enfermedad, a todo privado de libertad y sus familias según sus necesidades y no están cubiertas por el gobierno, y se desarrollan planes prevención salud oral, tuberculosis y enfermedades venéreas y SIDA, juntamente con las autoridades competentes en el tema de salud. En el área Jurídica, se aboca a todo lo que hace asesoramiento y seguimiento de todos los procesos jurídicos que son solicitados. En el área Social y Productiva, se implementan programas de Crecimiento y Desarrollo a menores de 6 años que viven en las cárceles con sus padres, contamos con actividades deportivas y lúdicas para niñ@s, hij@s de los presos fuera del Recinto Penitenciario. En los rubros de trabajo, se apoya con insumos y talleres de formación en el los distintos ramos profesionales que ayuden a mejorar su productividad y competencia de mercado.
La presencia y apoyo en la solución de problemas suscitados en las cárceles es requerida por las autoridades de las instituciones que conforman la comisión interinstitucional (Tribunal de Justicia, Departamental, Ministerio Público, Defensa Pública Defensoría del Pueblo, Gobernadores de las cárceles, Régimen Penitenciario, Pastoral Penitenciaria y representantes delegados de los internos en los penales. Este es un espacio donde se toman decisiones y compromisos respecto a la problemática surgida.
Para el logro de estos propósitos de intervención gratuita, hemos requerido de aunar esfuerzos formando parte de organizaciones involucradas con responsabilidad directa e indirecta sobre esta población, en particular es de señalar la presencia de los voluntarios católicos sin afanes de lucro. Cuya gratuidad es muy valorada por los beneficiarios directos y autoridades con responsabilidad en los recintos. El acompañamiento de los voluntarios conocedores con su presencia de la falta de atención a las necesidades básicas del privado de libertad, busca mantener viva y hacer realidad la esperanza de volver a tener un lugar en la sociedad. Conscientes o no las autoridades, por falta de políticas penitenciarias, diariamente se atropella la dignidad del ser humano privado de libertad.
La visita a las cárceles, ¿es, para nosotr@s, encuentro con Jesucristo?
La cárcel como lugar de encuentro con este Jesucristo nos exige conversión Todo nuestro hacer puede ser felicitado, lo mismo que a cualquiera de las personas inscritas a algunas de las ONGs con presencia en las cárceles. La diferencia la hace si nosotr@s estamos en un camino de conversión, iniciado en cada visita a nuestros hermanos; es aquí donde Jesús hace su acción desde los pobres. De ahí la importancia de volver cada uno de nosotr@s al Jesús del Evangelio, encarnado en los más Pobres.
Cuándo el cristiano no está centrado, «enraizado» en Jesucristo , cuando la compasión no ocupa un lugar central en el servicio de la evangelización, ni en el quehacer cotidiano de cada día, cuando los pobres y los últimos no son los primeros en nuestras vidas, la vida consagrada no es fuente de salvación ni de extensión del Reino de Dios. Por lo que se nos hace urgente impulsar la conversión al Espíritu que animó la vida entera de Jesús, volver a las raíces evangélicas, a lo esencial, a lo que vivió Jesús y que San Vicente nos dejo como legado espiritual.
Con frecuencia decimos: «los Pobres nos evangelizan«. Cómo es esta vida evangelizada, mejor convertida? En nuestra experiencia de servicio con los Pobres, el ser persona convertida significa: una persona preocupada por la felicidad de las personas, que acoger, escucha, acompaña a los que sufren, a la que la gente reconoce como» amiga de los pecadores» Una persona más sencilla, fraterna y buena, humilde y llena de Caridad, que comparte las preguntas, conflictos, alegrías y desgracias de la gente y desgasta su vida al servicio de los más pobres. Los presos y el sufrimiento de sus familias nos dan esta oportunidad de conversión, nos llevan al Dios de Jesucristo, al Dios Misericordia y Amor.
Por ello, necesitamos hacer una lectura más profunda de esta la vida de conversión. No es tarea fácil. En unos tiempos en que se está produciendo un cambio-sociocultural sin precedentes, se necesita una conversión sin precedentes. Necesitamos un «corazón nuevo» para engendrar de manera nueva la fe en Jesucristo. No hemos de tener miedo a poner nombre a nuestros pecados, todos somos más o menos responsables de las desgracias con las que cargan los más pobres, todos somos más o menos responsables sobre todo, con nuestra omisión, pasividad y/o mediocridad.(Es también preocupación del Papa Francisco)
Que nos exige todo esto?: buscar una calidad nueva en nuestra relación con Jesús, una relación con un Jesús conocido y confesado de manera concreta, un Jesús profeta que denuncia y anuncia el Reino. Un Jesús que seduce por su Amor, que nos llama y toca nuestro corazón. Escuchar su palabra que son relatos de conversión, su manera de ser, amar, preocuparse por el ser humano, aliviar el sufrimiento, de confiar en el Dios-Padre. Este esfuerzo por aprender a pensar, sentir amar y vivir como Jesús debería estar en el centro de nuestra vida y hacerlo realidad en el servicio y en nuestra respuesta de reciprocidad nos vendría la Gracia de la evangelizadora conversión, dada por los Pobres
Cuando decimos descubrir llamadas y nuevos caminos de evangelización y cocemos la antigüedad de la labor de la Iglesia en las cárceles, nos hace profundizar en la `palabra reciprocidad como manifestaciones positivas de las personas que viven en una pobreza no deseable: la del hambre, exclusión, la miseria de las mesas sin pan. No se puede jugar hacer estadísticas y estadísticas con la pobreza en los recintos penitenciarios, sino que tenemos que luchar como mejor sepamos para acabar con ella. Y aquí está la fuerza de la llamada a la conversión dada por la reciprocidad.
Puedo decir con convicción de fe, que el pobre rompe la barrera del poder, de la riqueza de la capacidad del orgullo, quitan la máscara con que se rodea el corazón humano. El pobre en definitiva revela a Jesucristo. Hace que el que ha venido para » ayudarle» descubra su propia pobreza y vulnerabilidad, le hace descubrir también su capacidad de amar, la potencia del amor de sus corazón el pobre tiene un poder misterioso, en sus debilidad es capaza de tocarlos corazones endurecidos y de sacar a la luz las «fuentes de agua viva» ocultas en nuestro interior. El pobre libera.
Decimos el Pobre nos evangeliza, son los tesoros de la Iglesia, pero sino ocurre la conversión en nuestras vidas de servicio, si no llevamos a Jesús a la vida de los presos es porque nuestra motivación de fe en el servicio no está enraizada en Jesucristo. María visita a prima Isabel, lleva a Jesús consigo y se da la reciprocidad en el saludo y se manifiesta en afectos positivos (Lc. 1. 19-56) Hay una correspondencia que genera alegría, solidaridad, confianza, misericordia, servicio gratuito, paz, amor.
Dios no espera de nosotros, nada que sea forzado, sencillamente quiere vernos viviendo una vida más humana y más feliz. Demos sentido a nuestras vidas convertidas desde la fe en Jesucristo y que este vivir la fe de sentido a la vida de cuantos nos rodean, con predilección a los más Pobres y les lleve a recuperar su dignidad de personas.
Sor María Ángeles González, H.C.
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