Luz que vence las sombras.
Is 29, 17-24; Sal 26; Mt 9, 27-31.
Los cinco sentidos corporales son puertas que Dios nos ha regalado para conocerlo y amarlo, para dejarnos conocer y amar por su infinita misericordia. Pero también hay otras puertas que nos abren a experiencias espirituales sorprendentes.
Dos ciegos en el evangelio de hoy son nuestros maestros en la fe y en la perseverancia. Desde la oscuridad claman a Jesús, lo siguen, se presentan ante él. Tengamos presente que la enfermedad era –y sigue siendo, lamentablemente– considerada castigo de Dios, causa de marginación. Desde la fe los ciegos gritan: Hijo de David, ten piedad de nosotros. Jesús, que no se deja adular, pregunta: ¿De verdad creen que puedo hacerlo? Ellos simplemente dicen: Sí, Señor. Jesús manifiesta que se hará conforme a la fe de ellos y entonces se les abrieron los ojos.
Jesús, nuestra luz, nos saca de la oscuridad y nos revela qué quiere Dios. La terapia que Jesús pone en marcha es su propia persona: su amor apasionado a la vida, su acogida entrañable a cada enfermo o enferma, su fuerza para regenerar a la persona desde sus raíces, su capacidad de contagiar su fe en la bondad de Dios. (J.A. Pagola).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Alicia Margarita Cortés H.C.
0 comentarios