“Recordemos los prodigios del Señor”
Sab 18, 14-16; 19, 6-9; Sal 104; Lc 18, 1-8.
¿Hay un medio más eficaz para motivarnos a la oración que la parábola del juez injusto que, aunque no experimentaba compasión por la viuda, acabó escuchándola? ¿Cómo no vamos a ser escuchados por Aquel que nos invita a presentarle nuestras súplicas? Él nos hace comprender que es necesario orar sin desanimarnos.
Dios no quiere que cesen nuestras oraciones, quiere que por la oración recibamos lo que nos quiere conceder. La insistencia en la petición no es importunar a Dios, al contrario, Jesús nos dice que esto es agradable a Dios.
La fe es la fuente de la oración, si desaparece la fe, se extingue la oración. Jesús pregunta: ¿Se encontrará esta fe en el mundo cuando venga el Hijo del Hombre?
Creamos, pues, para poder orar y oremos para que la fe no nos falte. Vayamos por el mundo confiando en Dios sabiendo que está con nosotros y nos hace justicia.
San Vicente de Paúl afirma: “No hay ninguna cción en la vida que nos haga conocernos mejor, ni que nos demuestre con mayor evidencia la bondad de Dios, como la oración”. (IX, 382).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Sor Carolina Flores H.C.
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