Durante la visita del Presidente General a Belo Horizonte para participar en el Encuentro Internacional de la Juventud Vicentina, le pregunté sobre las características fundamentales que, en su opinión, debería tener un buen líder vicentino. Despues de meditar un momento, me miró y me dijo: espiritualidad, compromiso y pasión. Estoy totalmente de acuerdo con él, y pretendo, en esta crónica, reflexionar un poco sobre estas tres cualidades.
Respecto a la espiritualidad, no se puede negar que un buen dirigente vicentino debe estar no solamente enamorado de la espiritualidad vicentina, sino sobre todo transpirar esa espiritualidad en todos sus gestos, acciones y medidas a tomar. Debe demostrar que conoce y que vive las cinco virtudes vicentinas con intensidad (humildad, mansedumbre, mortificación, celo y sencillez), y que las tiene en cuenta en todos los momentos de su labor como líder, no solo en el ambiente vicentino, sino en todos los aspectos de su vida.
Esta espiritualidad se contagia a los que le rodean, entusiasma a los que están cerca de él y se impregna en aquellos a su lado, especialmente a los de la estructura administrativa (dirección). En las charlas que pronuncie y en los discursos que escriba, la fuerte espiritualidad vicentina, que brota de la herencia que nos han dejado los santos (Vicente, Ozanam, Rosalía, Frassati, Luisa, entre tantos otros), debe sobresalir en todo momento. El mensaje de la caridad ha de ser regado constantemente, sobre todo en los tiempos modernos en que tal mensaje se ve sofocado por los contravalores y por la filosofía de la muerte. Por eso, cuanto más espiritual sea el dirigente, mejor lidiará con las eventuales dificultades.
Otro elemento fundamental para ser un buen dirigente vicentino es estar comprometido con la entidad y sus reglamentos, con los asistidos y sus necesidades, con la estructura y sus desafíos. Este compromiso debe ser total, integral, completo: es una vocación casi sacramental. Este compromiso se basa en las siguientes características: disponibilidad de tiempo, diplomacia en la resolución de conflictos y visión de futuro. Un dirigente debe traspasar a sus sucesores el Consejo o la Obra que lideraron en las mejores condiciones. Así tendrá la satisfacción de haber cumplido bien su misión y, sobre todo, de poner en valor a los nuevos talentos.
Es preciso decir también que el vicentino que ocupa funciones administrativas debe contar con el apoyo incondicional de su propia familia, pues, sin el respaldo familiar, el trabajo de liderazgo puede acabar siendo una mera gestión administrativa, aunque meritoria, pero sin «sabor», sin «espíritu» vicentino, pues la base de la acción solidaria es la valorización de la familia: las asistidas y las nuestras propias.
Finalmente, la tercera y quizás más importante característica de un buen dirigente vicentino es la pasión con la que lidia los temas institucionales. La pasión, en este caso, significa «vibración», «amor efectivo» y «entusiasmo contagioso». Un presidente de Consejo o de Obra vicenciana que no tenga pasión en lo que emprenda está condenado al fracaso. Pasión es ese «brillo en los ojos» que no siempre encontramos en las personas que se cruzan en nuestras vidas. De la misma manera que es triste ver a un profesor sin vocación, es lamentable constatar la existencia de dirigentes vicentinos sin pasión. Por lo tanto, solo un verdadero apasionado por la Sociedad de San Vicente de Paúl conseguirá ejercer bien la tarea de dirigente.
De las tres características citadas (espiritualidad, compromiso y pasión), ¿cuál es la más importante? ¿Es posible que un presidente de Consejo ocupe un cargo de esta naturaleza sin poseer esas condiciones? ¿Están los líderes vicentinos preparados para asumir las diversas atribuciones dentro de la estructura de la Sociedad de San Vicente de Paúl?
Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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