Jesús nos enseña la forma de servir a Dios absolutamente y no jamás al dinero. ¿Aprendemos realmente de él los cristianos y, además, vicentinos?
Jesús no es amante del dinero. No es nada como aquellos que se burlan de él al oírlo decir: «No podéis servir a Dios y al dinero». Aunque maestro, se hace más solidario con los pobres que con los que se sientan en la cátedra de Moisés.
De hecho, Jesús mismo es pobre, procedente de una familia humilde (véase F.J. Sáez de Maturana, S.C.). Forma parte de las gentes de los campos, las que apenas pueden «hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor». Mientras tanto, los capitalistas y los terratenientes van acumulando monedas de oro y plata. Así se aseguran los ricos de su bienestar, encerrados en sus intereses.
Y se opone Jesús a tal desigualdad. Po eso, advierte que no podemos servir a Dios y al dinero. Así como no puede servir ningún siervo a dos señores. Es decir, a Dios solo debemos adorar y servir, y no a ningún ídolo, en forma de dinero con frecuencia.
La advertencia de Jesús es su manera de denunciar, —como lo hizo el profeta Amós—, a los ricos que amasan bienes injustamente. Es su forma además de protestar contra los acomodados que, viendo a un hermano en necesidad, mantienen cerrados sus corazones (véase también Amós 6, 4-7).
Jesús nos da ejemplo de cómo se debe adorar y servir a Dios.
No, no soporta Jesús lo que casi siempre pasa en tiempos de prosperidad económica: los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Por ejemplo, aun trabajando en los grandes proyectos de Herodes Antipas en Séforis y Tiberíades, los carpinteros y los artesanos siguen igual con su vida de subsistencia.
Por consiguiente, sin posesiones y sin tener siquiera donde reclinar la cabeza, Jesús proclama libremente el reino y la justicia de Dios. Antepone nada al reino y la justicia. Ama a Dios totalmente y sobre todo. Desde luego, ama al prójimo como a sí mismo, a los en las periferias especialmente.
Indudablemente, ese es el Jesús a quien sigue san Vicente de Paúl. Sigue él a Jesús, por eso se entrega a Dios y renuncia a sí mismo y va a servir a los pobres (SV.ES III:359). Aprende también de ese Jesús a ser hijo astuto e inventivo de la luz. Pues hace uso inteligente del dinero. Por eso, Vicente es la luz del mundo. Tanto brilla su luz delante de los hombres que ven ellos las buenas obras de él y glorifican a Dios.
¿Es nuestro también ese Jesús de Vicente?
Señor Jesús, recibimos tu Eucaristía debido a tu amor infinitamente inventivo (SV.ES XI:65). Haz que participemos de tu amor. Tú eres nuestro solo Mediador ante Dios. Que logremos siempre adorar y servir a Dios por ti y en la unidad del Espíritu Santo.
22 Septiembre 2019
25º Domingo de T.O. (C)
Amós 8, 4-7; 1 Tim 2, 1-8; Lc 16, 1-13
27 Septiembre 2019 – Solemnidad de san Vicente de Paúl
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