“Una fe semejante no la he encontrado ni en Israel”
1 Tim 2, 1-8; Sal 27; Lc 7, 1-10.
Más de alguna vez me ha tocado encontrarme con personas que, no siendo muy cercanas a la iglesia, esperan de nosotros una vida más coherente. Lo más curioso en algunas de ellas es que manifiestan signos de fe y una confianza en Dios que supera la de muchos de nosotros.
San Vicente de Paúl decía que la fe auténtica se encontraba en los pobres del campo. Eso me hizo recordar a don Faustino, que me contaba lo sucedido a él y su compadre Octaviano. Un día, Octaviano debido a la amenaza de una tormenta con granizo, colocaba en las cañas de su barbecho cruces de palma bendecidas el domingo de Ramos, justo al lado del barbecho de Faustino, quien se burló de él cuando hacía este signo de fe. Octaviano le dijo: –Yo tengo fe y las voy a colocar en el nombre de Dios. Ambos se retiraron a sus hogares mientras la tormenta pasaba. Faustino fue y miró con asombro que mientras el granizo había destrozado su milpa, la de Octaviano tan sólo se miraba zarandeada por el viento y decía: –Parecía que hubieran puesto regla entre ambos barbechos.
Dios mío, dame la gracia y el don de la fe, para hacerla vida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Plascencia Casillas C.M.
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