Jesuscristo es la encarnación y la personificación de la misericordia divina (DM 2). Habitando entre nosotros, él espera contagiarnos la misericordia de Dios.
Se acercan a Jesús los pecadores a escucharlo. Y los acoge e incluso come con ellos, lo que molesta a los fariseos y los escribas. Estos observantes descuidan la misericordia, aunque ella forma parte de lo más importante (Mt 23, 23). Dan ellos por perdidos a los pecadores.
Jesús, en cambio, no da por perdido a nadie. Abriga esperanzas siquiera para los que murmuran contra él. Por eso, les dice tres parábolas sobre la misericordia.
Hace el Maestro una pregunta retórica tanto en la primera como en la segunda parábola. Así indica que pueden lograr entender la misericordia quienes sirven a Dios, sin desobedecer nunca una orden suya. Solo necesitan imaginarse dueños de una oveja o moneda perdida. Los dueños seguramente buscan sin cejar hasta encontrar lo que han perdido.
Entenderán aún más quienes critican el comportamiento de Jesús si pueden ponerse en el lugar del padre sobremanera bueno. El padre acoge sin recriminación al hijo pródigo. Y lo recibe con ternura como hijo, no como jornalero. Celebra además un banquete, porque el muerto revive y es encontrado el perdido.
Indudablemente, Dios es dueño del orbe y de todos sus habitantes (Sal 24). Es Padre providente también. Por eso, saca pan de los campos para saciar a sus hijos e hijas, y vino para alegrarles el corazón (Sal 104). Y como ve que es muy bueno todo lo que ha hecho, asegura que todo se mantenga así.
Con razón, pues, Dios no se complace en la muerte del pecador (Ez 18, 23; 33, 11). Va arrepitiéndose de las amenazas contra los pecadores y compadeciéndose de ellos.
Y tal gran misericordia se debe a que él es Dios, no un hombre (Os 11, 9). Así que lo propio de Dios es la misericordia (SV.ES XI:253).
Señor Jesús, contágianos la misericordia de Dios, la que se nos hace visible y palpable en ti y por ti, a través de tus acciones y palabras (DM 2). Y mediante, finalmente, tu muerte en la cruz y tu resurrección. Haznos a los pecadores sentar en tu mesa, arrepentidos y reconciliados, por ti, con el Padre y unos con otros.
15 Septiembre 2019
24º Domingo de T.O. (C)
Éx 32, 7-11. 13-14; 1 Tim 1, 12-17; Lc 15, 1-32
0 comentarios