«Dame, ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista»
Lev 25, 1.8-17; Sal 66; Mt 14, 1-12.
He aquí un profeta caído, que hirió con su palabra y acción al hombre poderoso, al que puede quitar la vida o dejarle actuar por un poco más de tiempo. Muere, pero no muere. Sus iscípulos no se amedrentan, la sangre de su maestro ha corrido en la misma dirección que sus convicciones.
La voz de Juan el bautista araña el poder del que se siente inmune, lo desnuda y lo sentencia. Pero por esa misma razón es asesinado.
Hoy, Dios sigue suscitando voces que echan raíces en la vida, y desde ella también desnudan las intenciones de los que pretenden apropiarse de la tierra, el agua, y los recursos.
Los reyes de nuestro tiempo, empresas refresqueras, mineras, madereras, y un largo etcétera, junto a un público consumidor inconsciente del peso de sus gustos y comodidades, juntos derriban a los profetas de hoy: defensores de la tierra, defensores de los pueblos originarios, etc.
Caen, pero Dios los volverá a levantar, y por cada uno que aniquilen, volverán más a gritar desde la vida.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Emmanuel Velázquez Mireles, C.M.
0 comentarios