Cuando analizamos la labor de las Conferencias Vicentinas, notamos que buena parte de ellas realiza un excelente trabajo de caridad y de inserción social, sumado a una práctica evangelizadora competente, que auxilia a las familias carenciadas, que administra los sacramentos, que reconcilia a las parejas, que trae a los niños y adolescentes de vuelta a un camino de crecimiento saludable.
Pero también conocemos Conferencias que se limitan a entregar las cestas básicas, que rezan poco (con los asistidos y entre sus miembros) y que no logran desarrollar la espiritualidad vicentina en la región donde actúan, enterrando sus talentos de laicos comprometidos y promotores de la Doctrina Social de la Iglesia, cuya predicación el bienaventurado Antonio Federico Ozanam hizo con bastante propiedad y eficacia.
Para todos nosotros, Ozanam fue y es el gran modelo de laico comprometido y vocacionado. Sin dejar de ser laico, buscó una vida recta, digna, enfocada en los valores de la Iglesia y de la familia, actuando como cristiano comprometido por la justicia social y la movilización, elementos que buscan la igualdad entre las personas. Él y sus compañeros fundadores decidieron ser católicos diferentes de los demás, incluyendo la vertiente social en su práctica y estimulando a miles de personas a seguir sus pasos. Es decir, Ozanam y los demás fundadores crearon una nueva cultura laica católica, que trajo grandes beneficios a la humanidad.
Tenemos que reconocerlo: Ozanam ha logrado movilizar a una gran multitud de personas para ayudar a los pobres, por medio de su predicación, su ejemplo y su acción. Ozanam solo por su coherencia de vida ya convencía a las personas, que se convertían en voluntarias en la lucha por un mundo mejor. Esta movilización nació justamente dentro de las Conferencias, asistiendo a los pobres bajo la orientación de sor Rosalía Rendu, en los barrios pobres y sin higiene del París de 1833. En poco tiempo nuevas Conferencias comenzaron a hacer lo mismo, lo que demuestra la capacidad de irradiación del movimiento.
Hoy, todas las Conferencias Vicentinas del mundo son «un verdadero milagro» gracias a la visión y la acción de Ozanam y de sus compañeros que, de una pequeña semilla, hicieron surgir innumerables árboles, que siguen dando muchos frutos en todo el mundo a favor de los pobres. Esas personas aceptaron la invitación de los fundadores y hoy forman parte de un grupo cuyo estilo de espiritualidad consiste en amar a Dios en la persona del pobre, sin juicios ni prejuicios.
No podemos desviarnos del camino de la santificación y de la práctica de una espiritualidad madura para alcanzar los objetivos que queremos. Solo conseguiremos alcanzarlos si nos miramos, además de en Ozanam, en otros ejemplos maravillosos de vida santa y comprometida, como los de san Vicente de Paúl, santa Luisa de Marillac y tantos otros santos de la Familia Vicenciana. Ellos adoptaron un «estilo de vida» comprometidamente cristiano, solidario, reformador e innovador. Fueron el rostro, la voz, la actitud y las manos de Cristo, viviendo con efusivo vigor la Caridad, como misión de todo católico. Para que nuestras Conferencias sean más eficientes, más evangelizadoras y más santas, nos basta vivir como estos modelos.
El vicentino no puede acomodarse, y debe seguir movilizando a los que están a su alrededor, denunciando las injusticias, clamando por mejores condiciones de vida y ayudando con sus ideas de transformación y cambio sistémico.
Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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