Jesús es la forma en persona de crecer y preparar para la vida futura. Si a Jesús nos conformamos llegaremos al lugar que él nos prepara y estaremos donde está.
Poco antes de subir al cielo, Jesús hace con los discípulos lo que ya ha hecho con dos de elllos. Con los de camino a Emaús. Es decir, les abre los ojos, la inteligencia, para que comprendan las Escrituras. Así logran seguramente crecer en el conocimiento de él.
Y los seguidores de Jesús hoy día debemos tener tal comprensión y tal conocimiento. Pues de lo contrario, no podremos ser ni testigos del Misterio Pascual ni predicadores de la conversión y el perdón de pecados.
Los discípulos de hoy no dejan, además, de crecer. Y no solo crecen de una manera, sino de diferentes maneras. En primer lugar, sus ojos no ven a Jesús ahora, ya que una nube se lo ha quitado de la vista humana. Pero no por esto ya no lo sienten los corazones de los discípulos. En otras palabras, llegan a crecer ellos de tal forma que no solo perciben con los sentidos corporales. Son capaces ellos de sobrepasarlos por la fe.
En segundo lugar, los seguidores de Jesús se acreditan hoy, como ayer, por no quedar plantados en un puesto solo. Pues a tiempo debido, reciben el Espíritu de sabiduría y revelación para conocer a Jesús. Revestidos así de la fuerza de lo alto, superan el miedo de lo que se enucentra fuera de sus conchas (véase SV.ES XI:397). Esta forma de crecer consiste en salir ellos del etnocentrismo, exclusivismo, separatismo, clericalismo. Así se hacen solidarios con los forasteros, con los que viven en las periferias.
Y, finalmente, los que siguen a Jesús se manifiestan totalmente fieles cuando aman también hasta el extremo. Cuando entregan el cuerpo y derraman la sangre por los demás. Esto es decir que consiguen crecer hasta «hasta alcanzar del todo al que es la cabeza, a Cristo» (Efes 4, 15). Se convierte en bendiciones. Así pues, están preparados para estar con Jesús.
Señor Jesús, concédenos crecer bendiciendo siempre a Dios. Y haz que lo bendigamos no solo con nuestra lengua y nuestra voz, sino también con nuestro interior, nuestra vida, nuestras acciones (san Agustín).
2 Junio 2019
Ascensión del Señor (C)
Hech 1, 1-11; Efes 1, 17-23; Lc 24, 46-53
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