Federico Ozanam y la Catedral de Notre-Dame

por | Abr 17, 2019 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

La trayectoria cristiana de Federico Ozanam y la historia de la catedral de Notre Dame de París han corrido paralelas en diversos momentos señalados. Así, el 22 de agosto de 1997, por ejemplo, en plena Jornada Mundial de la Juventud, el papa san Juan Pablo II beatificó allí a Ozanam, cofundador de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP). Una placa colocada en la última columna central en el lateral izquierdo, antes de llegar al altar, recuerda la ocasión.

El evento más importante, referido a la vida de Ozanam, relacionado con la Catedral ocurrió en 1835. Aquel año, tras mucho insistir e incluso presentar una carta firmada por 200 estudiantes, Federico Ozanam logró que el el arzobispo de París, Monseñor de Quélen, autorizase la organización en Notre Dame de las llamadas «Conferencias de Cuaresma». Por vez primera, el mayor templo de la ciudad abrió sus puertas para que la juventud conociese las verdades fundamentales del cristianismo, y fuese atraída hacia la luz. El predicador fue el padre Henri Lacordaire, amigo de Federico. Estas Conferencias se vieron como «un tratado de dogma y moral, organizadas contra la filosofía y los errores del siglo XIX». Finalizada cada Conferencia, unas 6 mil personas comulgaban. Estas Conferencias existen aún hoy en día, más de 180 años después.

Si profundizamos aún mas en la historia de Ozanam, encontramos detalles interesantes relacionados con la Catedral. Federico asistía en ella a la liturgia pascual. Henri Perreyve, su amigo personal, cuenta que después de la comunión general, Ozanam se despedía rápidamente de los conocidos, con la excusa de que tenía que preparar clases (pues era profesor en la Sorbona); en realidad, dice Perreyve, «Federico iba a comprar pan para llevarlo a sus pobres, dando gracias a Dios de esta manera por las celebraciones pascuales».

En 1842, Ozanam ayuda a organizar en la Catedral los retiros preparatorios para la Pascua, coordinados por el Padre de Ravignan. Un día se llenó de júbilo al ver el resultado de los ejercicios: en la linea para ir a comulgar en la Catedral había nobles y ricos, cubiertos de adornos, al lado de pobres, en sus ropas de obreros, militares, alumnos de las escuelas normales y de la politécnica, niños y, sobre todo, estudiantes en gran número. La comunión duró una hora. Todos salieron de la Catedral tocados, pero para Ozanam el momento aún no había terminado: «fue la casa de los pobres de su conferencia para retribuir, de alguna manera, la visita que Nuestro Señor le había hecho en la Eucaristía».

El 27 de abril de 1913, con ocasión de la Misa del centenario de nacimiento de Federico Ozanam, el papa Pío X envió a la Catedral, lugar donde se celebró la eucaristía, al cardenal Vincent Vanuttelli, portador de un mensaje, en el que decía: «por sus escritos y por sus actos , él [Ozanam] colocó la fe en la luz y se posicionó entre los más extraordinarios campeones de la ciencia cristiana».

Cien años después, el 21 de abril de 2013, la Divina Providencia me hizo ser testigo de los relucientes rayos de Ozanam en la misma Catedral de Notre-Dame. Una misa solemne, en el aún mayor templo de París, celebraba los 200 años de nacimiento de Federico Ozanam. Lo recuerdo como si fuera hoy. La nave estaba repleta de miembros de la Sociedad de San Vicente de Paúl, provenientes de decenas de países, rezando por su fundador más eminente. Fue el punto culminante de una semana de celebraciones por el bicentenario. Por obra de Dios y de la Providencia, la Catedral fue elegida una vez más para ser el lugar de homenaje a uno de los mayores apologetas (defensores de la fe católica) que los últimos tres siglos conocieron.

Desgraciadamente, el 15 de abril de 2019, un incendio consumió parte de la estructura física de la Catedral de Notre-Dame. En total, se han perdido, al menos parcialmente, 856 años de historia arquitectónica. Sin embargo, el ejemplo de fe y acción de los cristianos que, como Federico Ozanam, pasaron a lo largo de los siglos por el lugar, es, al lado de la Providencia, el mayor baluarte que el Cristianismo puede tener para preservar sus tradiciones, y una de las mayores fuentes de inspiración de la que puede disponer para reconstruir la esperanza de una humanidad sedienta de paz, justicia, amor y, al fin y al cabo, del mismo Dios.

Que el beato Federico Ozanam, desde el Reino de Dios, interceda por todos. Que podamos formar parte de la llama que no destruye, sino que abrasa, une y conforta todos los corazones. Amén.

Por Thiago Tibúrcio
Presidente del Consejo Metropolitano de Brasilia de la SSVP.

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