Jos 5, 9. 10-12; Sal 33; 2 Cor 5, 17-21; Lc 15, 1-3. 11-32,
“Dame la parte que me toca de la herencia”
Como en ninguna otra parábola, en ésta, Jesús nos hace profundizar en el misterio de Dios y en el misterio de la condición humana. La parábola del “padre bueno o padre providente”.
En el relato, el hijo menor dice a su padre: “Dame la parte que me toca de la herencia”. Al reclamarla, está pidiendo de alguna manera la muerte de su padre. Quiere ser libre, romper ataduras. El padre accede a su deseo sin decir palabra: el hijo ha de elegir libremente su camino.
¿No es también ésta nuestra situación actual? Muchos en nuestra sociedad quieren verse libres de Dios, ser felices sin la presencia de un Padre eterno en el horizonte. Hemos pugnado en los gobiernos y en las escuelas para que Dios desaparezca de la sociedad y de las conciencias. Nos molesta su presencia. Y lo mismo que en la parábola, el Padre guarda silencio. No coacciona a nadie.
Y como consecuencia del “respetuoso alejamiento” que le hemos solicitado a Dios, se nos desencadena el vacío interior y el hambre de amor. Algo nos falta, nuestro corazón está insatisfecho. Cuando caemos en cuenta, nos arrepentimos, volvemos a Dios y cantamos con el salmista: “Haz la prueba y verás qué bueno es el Señor”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Luis Rodríguez Vázquez
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