Participar en una organización, sea cual sea, nos brinda beneficios y, también, desilusiones. La Sociedad de San Vicente de Paúl no es una excepción a esta regla, ya que es una asociación formada por hombres y mujeres que, por naturaleza, son imperfectos y pecadores. A veces tenemos discusiones con personas queridas, por puntos de vista diferentes, no siempre bien interpretados. Esto es normal, es humano, es comprensible.
Reflexionemos sobre esta sentencia que viene muy al caso: «En lo esencial, unidad; en lo dudoso, libertad; en todo, caridad»[1]. Es decir, todos somos vicentinos, independientemente de si una decisión nos puede disgustar o contrariar. Lo que nos mantiene activos en la Sociedad de San Vicente de Paúl es algo mucho más grande: la misión de servir a Cristo, por la práctica de la caridad. Por lo tanto, la caridad (léase «respeto», «aceptación» y «perdón») debe prevalecer en nuestros diálogos e interacciones.
Si ingresamos en la Sociedad solo por atender la invitación de un familiar, hacemos mal. Si estamos en la Sociedad de San Vicente de Paúl con fines políticos, estamos también en el lugar equivocado. Si utilizamos el movimiento vicentino para disfrutar de prestigio y estatus ante la comunidad parroquial, cometemos otro error. Somos parte de la Sociedad porque creemos que es posible hacer un mundo mejor, reduciendo las desigualdades sociales y predicando el Evangelio a toda criatura. Eso sí que es lo que nos impulsa y debe guiar nuestras acciones vicentinas.
En esta misión hemos que superar cualquier adversidad y sinsentido. No podemos dejar que nuestra llama vicentina se apague lentamente en cada tropezón que sufrimos. San Pablo tenía una noción muy completa sobre los reveses que sufrimos a lo largo de nuestra vida, al afirmar que lo que cuenta es la «guerra» en su conjunto, y no las posibles «derrotas» puntuales: «He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe»[2].
Es evidente que san Pablo se refería a los aspectos espirituales, mientras que esta crónica está relacionada con la práctica cotidiana de los vicentinos. Tenemos que actuar como san Pablo: si nuestras ideas no son acogidas por la mayoría, hemos de tener la humildad de aceptar la opinión de los demás y hacerla nuestra. Por cierto, el desprendimiento del propio parecer es una de las condiciones esenciales para que el consocio pueda realizar bien su misión vicentina.
Sin embargo, ser humilde y despegado de nuestra propia opinión no significa que tengamos que dejar pasar cuestiones que requieren una reflexión y análisis profundo en el seno vicentino. Expón siempre, con caridad y diplomacia, tus pensamientos; di, en todo momento, tu parecer sobre el modo de cómo se realizan los trabajos de la Conferencia o el Consejo; contribuye a menudo con ideas que puedan impedir que se tomen decisiones erróneas en el futuro. En definitiva, apunta los fallos, ayuda a arreglar lo que necesite ser ajustado y no tengas vergüenza en pedir perdón si la discusión se eleva y produce efectos no deseados.
Por tanto, queridos consocios y miembros de la maravillosa Familia Vicenciana, no dejéis que la llama vicentina que hay en vuestros corazones se apague por motivos peregrinos. Cristo, María, san Vicente y Ozanam no van a permitir que esto ocurra, dándonos más fuerza para que podamos «llevar la cruz» hasta el final, sin tropiezos ni atropellos. No olvidemos aquel viejo dicho de la India que dice: «Cuando aliviamos el sufrimiento de los demás, también aliviamos el nuestro». Seamos diferentes, pero permanezcamos unidos con caridad y humildad.
[1] Aunque muchas veces se atribuye esta frase incorrectamente a san Agustín («In necesariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas») parece encontrarse por primera vez en la obra De republica ecclesiastica, libri X de Marc’ Antonio de Dominis (1560-1624), arzobispo de Split (Spalato). El mismo Papa Juan XXII, en su encíclica Ad Petri Catedram indica que «hay que retener el dicho que, expresado unas veces de un modo y otras de otro, se atribuye a diversos autores: en las cosas necesarias, unidad; en las dudosas, libertad; en todas, caridad» [n. del T.].
[2] 2 Tim 4, 7.
Renato Lima de Oliveira
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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