Dn 9, 4-10; Sal 78; Lc 6, 36-38.
“Perdonen y serán perdonados”
«Perdónanos Señor, hemos pecado”, confiesa Daniel en la primera lectura. “Perdona nuestras ofensas”, suplicamos nosotros en la oración del “Padre Nuestro”. Queremos compasión y misericordia para nuestras faltas, pero para el que las comete contra nosotros, pedimos el castigo cruel. Conociendo nuestra condición humana, Jesús recomendará: “No condenen y no serán condenados, perdonen y serán perdonados”. ¡Qué difícil es el perdón!
La primera decisión del que perdona es no vengarse. La venganza es la respuesta casi instintiva que nos nace cuando nos sentimos heridos o humillados. Buscamos compensar nuestro sufrimiento haciendo sufrir a quien nos ha hecho daño. Para perdonar, es importante no gastar energías en imaginar nuestra revancha, no alimentar el resentimiento, no permitir que el odio se instale en nuestro corazón. Tenemos derecho a que se nos haga justicia; el que perdona no renuncia a sus derechos, pero también tenemos la obligación de irnos curando del daño hecho. Para perdonar es necesario compartir nuestros sentimientos y orar con el salmista: “No nos trates Señor como merecen nuestros pecados”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: José Luis Rodríguez Vázquez
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