“Plantando el Reino” (Mc 4, 26-34)

Las palabras y parábolas de Jesús muestran un profundo amor hacia la realidad que lo rodea. Observador cuidadoso, pone gran parte de esta realidad en su proclamación, ilustrando su Buena Nueva con los colores de la vida cotidiana de sus oyentes. Para transmitir la irresistibilidad del Reino de su Padre, imagina la semilla oculta que brota bajo el suelo. Para resaltar sus pequeños comienzos, pone por ejemplo el minúsculo grano de mostaza que crece hasta convertirse en la planta más grande del jardín. Con imaginación y creatividad, abre los ojos de su oyente a la Nueva Era que ya está traspasando la vieja.

Vicente de Paúl muestra mucho el mismo instinto. Más de una persona ha comentado sobre la amplia gama de metáforas de la vida cotidiana que se pueden analizar en sus escritos. En un artículo sobre la libertad, el P. Robert Maloney detalla el enfoque consciente de la imagen de Vicente, transmitiendo su mensaje a través de objetos familiares, como son hilos de seda, árboles y caballos de carruaje. En otro lugar, el P. John Rybolt cataloga la colección de animales a los que Vicente recurrió para ilustrar sus puntos, desde vacas, ovejas, perros y gatos hasta los más exóticos leones y ballenas. Al igual que su maestro, Vicente quería que las personas encontraran la presencia divina dentro de los límites de la experiencia cotidiana.

Un libro reciente sobre la predicación, titulado Naming Grace, presenta la tarea principal del homilista como revisar los acontecimientos de la vida moderna y luego seleccionar lugares en los que la gracia ha dejado su huella. De acuerdo con el enfoque de Jesús y de Vicente, esto contrarresta la tendencia a alejar al Espíritu Santo de la vida tal y como la conocemos. El Reino de Dios está en medio de nosotros, los tres insisten, y relatar sus movimientos —a medida que circulan a través de la experiencia presente— promueve esta afirmación. El homilista que tiene ojos para ver, reconoce esa presencia que se agita en el mundo y la coloca dentro de la topografía que sus oyentes pueden reconocer.

Inmersos en la vida al margen y esperando encontrar el rostro del Señor en ella, los miembros de la familia de Vicente resuenan con este enfoque del mundo real. No limitado por la página escrita, el evangelio que promulgan se encarna en la vida ordinaria. Son mensajeros que crean vínculos entre el evangelio y la vida cotidiana, aportando color e impacto a su poder. Con tal imaginación seguimos al Señor y, de hecho, detrás de Vicente, cuya creatividad «se extiende hasta el infinito».