Aterrizar y penetrar (Mt. 4, 12-25)
Recibí una tarjeta de Navidad en la que ponía en boca de Dios estas palabras: “Mi luz se cierne sobre ti buscando un lugar para posarse. Quiero que dejes que mi luz penetre en tu mente y corazón».
Estas frases vinieron a mi mente al leer en san Mateo (4,12-25) sobre el día en que Jesús abandonó su ciudad natal y «fue a la tierra de Zebulon y Neftalí». Estas eran las regiones oscuras de las que Isaías profetizó verían una gran luz, los lugares sombríos ensombrecidos por la muerte de los cuales surgiría esa gran brillantez. Y es en el resplandor de esa luz prometida que comienza la predicación y curación de Jesús.
Lo que Jesús hace es buscar lugares para que esa luz aterrice, y luego hacer que penetre. En algunas situaciones la luz se bloquea y rebota. En otros lugares, no solo se establece, sino que comienza a penetrar en las mentes y los corazones de las personas.
Esa doble acción de la luz, aterrizando y luego penetrar, proporciona una pista subyacente a toda la dirección del ministerio de Jesús. Busca lugares receptivos para dejar caer las semillas llenas de luz de su Reino, y luego las nutre para que su luz pueda comenzar a penetrar.
¿No es esto lo que los seguidores —como san Vicente— siempre intentaban hacer: encontrar un lugar de aterrizaje para la Palabra de Dios y luego hacer lo posible para dejar que se arraigue? Para san Vicente, la zona de destino era el mundo de los pobres, tanto los pobres mismos como los que tenían ojos para notarlos y valorarlos. ¿Y no es cierto que la creatividad, la energía y el trabajo de sus muchos proyectos describen esta Luz Divina mientras se sumerge en su tiempo y lugar?
¿No es eso lo que cualquiera que anuncie el Evangelio se propone hacer: encontrar el lugar receptivo y luego nutrir lo que se planta allí?
Pensemos en los creyentes de hoy que buscan en su mundo áreas de apertura al mensaje de Jesús: los evangelizadores en los campus universitarios, los escritores espirituales cuyas palabras tocan las fibras más íntimas de los corazones, los predicadores que tejen conexiones creíbles entre el Evangelio y el resto de la vida. Pensemos en el papa Francisco, que siempre está buscando la apertura del evangelio en el mundo de hoy: el medio ambiente, los sistemas económicos, la sed de alegría. Pensemos incluso en los escándalos actuales en la Iglesia, que de una manera inversa e incluso dolorosa están abriendo nuevos caminos de reforma y, con suerte, también formas de hacer crecer esa reforma.
Entonces Dios dice: “Mi luz se cierne sobre ti buscando un lugar para posarse. Quiero que mi luz penetre en tu mente y corazón». ¿No es Jesús saliendo de Nazaret en su misión? ¿No es esto lo que cada uno de nosotros está tratando de seguir, ir y hacer lo mismo?
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