Hebr 3,7-14; Sal 94; Mc 1, 40-45.
“Se puso a pregonar con entusiasmo…”
El Papa Francisco nos hablaba a principios del pasado octubre sobre “los demonios educados”, de ese “demonio que se sienta a la mesa contigo y vive contigo y todo está normal, pero allí, te lanza las insinuaciones y te posee con el espíritu de la mundanidad”…
Y, acaso, unos de los demonios más educaditos de hoy es el que te impone el silencio vergonzante: No seas fanático, tómalo con calma, no hables de Jesucristo. ¿Para qué integrarte en ese grupo parroquial? ¿Para qué dar testimonio de tu fe en el Señor? Los demás son libres, ellos verán lo que más les plazca… Así habla, al oído, este demonio educadito y al unísono con el qué-dirán-los-demás.
El leproso curado por Jesús y a quién él le pide que no divulgue la noticia, no pude dejar de hacerlo. Su gratitud y su alegría son menos gratitud y menos alegría si sólo se quedan en él. Este leproso se adelanta al último mandamiento que nos dio Jesús después de su Resurrección: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Noticia…”.
¡Al diablo con ese demonio educadito que nos tapa el corazón y la boca y nos convierte en católicos con una fe “en arresto domiciliario”!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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