Hebr 2, 14-18; Sal 104; Mc 1, 29-39.
“Para liberar a los que, por miedo a la muerte, estaban de por vida sometidos a la esclavitud”
¿Para qué sirve tu salud? ¿Sólo te beneficia a ti? ¿Para qué sirven mis dones, mis cualidades o conocimientos? ¿Para ayudar a los demás o para sentirme por encima de ellos? Jesús no vino para mostrar su fuerza o sus poderes, vino “para liberar a los que por miedo a la muerte estaban de por vida sometidos a la esclavitud” (nos recuerda la primera lectura de este día).
La suegra de Pedro estaba enferma, en cama. Era sábado, y Jesús y los suyos regresaron a casa. Nada más llegar le hablaron de la enferma. Jesús fue a donde ella, y “tomándola de la mano, la levantó: la fiebre la dejó, y ella se puso a servirles”.
También a nosotros nos quiere tomar de la mano y ponernos de pie en la vida y nos llena de dones y cualidades. Algunas personas sólo saben ver y sumar sus defectos y pecados. No saben fijarse en lo que tienen. Es una forma de ser desagradecidos a los dones de Dios y a su misericordia. La suegra de Pedro, en cuanto se sintió sana, se puso a servir a los demás. ¿Hay mejor manera de dar gracias a Dios por el don de la salud recobrada?
Danos, Señor, que nuestra vida sea alegría y ayuda para los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
0 comentarios