Hebr 2, 5-12; Sal 8; Mc 1, 21-28.
“Cállate y sal de él”
Hay muchas maneras de hablar, y cada una de ella nos revela. Hay el habla agresiva que muestra nuestras imposiciones o iras o nuestros complejos de inseguridad.
Hay el habla sumisa al grupo, a los poderosos, a lo políticamente correcto. Si puedes ver la película Gosnell: el juicio contra el mayor asesino en serie de América, te ayudará a entender la sumisión de los grandes medios de comunicación y sus sumisos silencios. Existe también el habla leguleya, libresca, hecha de citas ajenas que, más que expresar un pensamiento propio, quiere mostrar la “gran cultura” del expositor.
Jesús de Nazaret no se parecía en nada a los anteriores o a la letanía de otros similares. Entre su palabra y su ser no había distancias, hablaba con una autoridad nueva y nunca antes vista en la historia. Hablaba de aquello que al corazón le importa. Por eso “su manera de hablar impresionaba mucho”. Si mandaba a un espíritu malo: “Sal de este hombre”, el espíritu malo se le sometía y el hombre quedaba liberado. No hablaba para ganar a la gente, sino para que la gente se ganara y encontrara. No buscaba ser brillante, sino eficaz para el bien de los demás. Y se expresaba con sencillez y cercanía, como era… La palabra es muy importante en tu vida. Con ella construyes o arruinas, unes o separas familias, alegras o entristeces, te disfrazas o te muestras como eres. ¿Cómo es tu palabra, se parece a la de Jesús?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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