1 Jn 5, 14-21; Sal 149; Jn 3, 22-30.
“Es preciso que él crezca y yo disminuya”
Juan Bautista no entra en la polémica que le plantean en el evangelio de hoy. No le duele que Jesús sea cada día más conocido, pues “todos van con él”. Juan se alegra. Juan no es un celotípico.
En los más variados grupos familiares o de otra clase, la celotipia es la sarna de los envidiosos. El que padece de esa sarna mira las obras de los demás como enemigas, los triunfos de los otros le disgustan, el éxito ajeno le sabe a purga. El celotípico tiene los ojos daltónicos: el bien ajeno le parece mal propio, y el mal ajeno le parece un triunfo personal. Cuando no puede negar los hechos de los demás, los tergiversa. Y nunca habla bien de los otros, ni colabora en sus trabajos y, cuando puede, murmura, rebaja y distorsiona al otro ante los demás. Es, por tonto, un eterno sufriente.
No es capaz de darle gracias a Dios por los dones que tiene y de ponerse a vivirlos, ni es capaz de alegrarse por las cualidades ajenas. Cuando llega a una comunidad, a un grupo, a una familia, con él llega una plaga de caníbales langostas que todo lo babosean y devoran.
Danos, Señor, como a Juan Bautista, el gozo de alegrarnos con las cualidades y éxitos de los demás.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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