1 Jn 3, 22-4, 6; Sal 2; Mt 4, 12-17. 23-25.

La tarde clareaba aún sobre Cafarnaúm y sobre las olas del lago de Genesaret. La multitud rodeaba a Jesús. Y él, mirando a la gente, les dijo: “Conviértanse, porque el Reino de los Cielos ha llegado”. Entre aquella multitud también tú y yo estamos presentes. Y las palabras de Jesús nos siguen llegando como una amorosa invitación.

Conviértete, nos dice. Deja de crecer como una enredadera alrededor de tu ego, bájate de ese tren de una vida que no lleva a ningún sitio, permite que tu corazón sea un corazón y no una caja fuerte. ¡Conviértete! Estás llamado a ser infinitamente más de lo que eres. Te espera el Reino. Y el Reino significa que Dios reine en ti y en tus decisiones.

¿Quieres amor? El Reino lo es. ¿Quieres libertad? Ella crece donde Dios reina.

¿Deseas ser alguien reconocido? Nadie lo hace mejor que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. ¿Qué es el qué-dirán- los-demás al lado de la acogida de Dios?

Danos, Señor Jesús, y dame, que al fin te hagamos caso cuando nos dices: ¡Conviértete!

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm