“Ven Espíritu Santo y llénanos con el fuego de tu amor”
Tit 3, 1-7; Sal 22, 1-3a. 3b-4. 5. 6; Lc 17, 11-19.
En días pasados unos presos me contaban que para ellos no hay oportunidad, que la vida nunca les ha dado un “chance”; que viven como apestados, como leprosos, viviendo y sufriendo en centros penitenciarios; y nosotros preferimos ignorarlos.
Lo mismo pueden decirnos tantos grupos de personas que son mirados con desprecio por una sociedad que cada día tiende más a discriminar: indígenas, migrantes, alcohólicos, drogadictos, enfermos de sida, discapacitados físicos o mentales…
Son muchas personas a quienes miramos con recelo y no tienen cabida entre nosotros porque no piensan como nosotros: de otras razas, mujeres, pobres, homosexuales, enfermos…
Jesús, rostro misericordioso del Padre, no está de acuerdo con una sociedad que rechaza y condena. No es esa su misión. Él entrega su vida por amor.
Sigamos los pasos de este Buen Pastor, que vino para dar vida (y vida en abundancia), para curar y sanar, para reintegrar y restaurar.
Construyamos una verdadera comunidad de vida y amor con toda la humanidad. “El Señor es mi pastor, nada me faltará” (Sal 22).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Arturo García Fonseca, CM
0 comentarios