Jesús es modelo de servicio con determinación y entusiasmo hasta el extremo. Sirven también determinados y entusiasmados hasta el fin sus verdaderos discípulos.
A los hijos de Zebedeo se les puede echar en cara su incomprensión y su ambición. Pero no se les puede acusar de falta de disponibilidad, de determinación ni de entusiasmo.
En primer lugar, queda patente la disponibilidad de Santiago y Juan, siguiéndole a Jesús nada más llamarlos él. Lo siguen, sí, sin oír ellos aún de los doce tronos para quienes juzgarán a las doce tribus de Israel.
En segundo lugar, parecen estar más resueltos que Jesús los «hijos del trueno». Pues preguntan, al no acogerlo los samaritanos: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo que acabe con ellos?».
En tercer lugar, no dejan de indicar seguramente cierto entusiasmo los hermanos. Después de todo, se declaran capaces de beber el cáliz del Señor y de bautizarse con su bautismo.
Así que no solo están dispuestos Santiago y Juan a seguir al Mesías. Están listos también para participar en los padecimientos del que restaurará la soberanía a Israel. Con entusiasmo sufrirán con él, para luego reinar con él. Y no deja de reconocer Jesús que sí están disponibles, determinados y entusiasmados esos dos apóstoles.
Solo falta que plantee Jesús algo nuevo que hay que buscar con firme decisión y gran entusiasmo.
Necesitan otra aclaración tanto los hermanos como los indignados contra ellos. De nada sirvió, por lo visto, la aclaración anterior, después de la discusión sobre quién era el más importante. No les impidió a los Zebedeo presentar su petición descarada y divisiva.
Con razón, pues, los reúne Jesús. Les recuerda el abuso de poder, que se da por sabido, de parte de los gobernantes de los pueblos. Y luego les plantea a los doce lo nuevo que él realiza, que ya está brotando. No lo notan, sin embargo, los ambiciosos, los sin comprensión.
Y quiere Jesús que lo nuevo sea un distintivo de sus seguidores: «Vosotros nada de eso». Es decir, lo propio de los cristianos no es la voluntad de poder, sino la voluntad de servicio. Es lo propio de Cristo mismo, hasta la entrega del cuerpo y el derramamiento de la sangre. Por eso, los verdaderos cristianos no se buscan los primeros puestos. Mejor que ocupar estos puestos es estar a la derecha o la izquierda del Siervo Sufriente en el Calvario.
¿Vivimos nosotros en la época de «posverdad» y enfrentamos abusos horrendos de poder? Llénemonos, entonces, de estusiasmo por la oportunidad para marcar una diferencia, ajustándonos al nuevo modelo de autoridad propuesto por Jesús. Viviendo de acuerdo con lo que en la Eucaristía, capaces de compadecernos de los débiles. Sí, «vayamos y ocupémonos con un amor nuevo en el servicio de los pobres» (SV.ES XI:273).
Señor Jesús, pon en nuestros corazones el entusiasmo para seguirte sirviendo a los demás.
21 Octubre 2018
29º Domingo de T.O. (B)
Is 53, 10-11; Heb 4, 14-16; Mc 10, 35-45
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