La visita domiciliaria es una labor fundacional de la Sociedad de San Vicente de Paúl, que Federico Ozanam y sus compañeros comenzaron con el asesoramiento de sor Rosalía Rendu, quien ciertamente sabía cómo y dónde estos jóvenes estudiantes podrían realmente buscar y encontrar a Jesucristo. No estoy seguro de si sabían lo que iban a experimentar durante sus visitas a las partes más pobres de París, pero debe haber tenido un impacto que cambió la vida de cada uno de ellos, pues aún hoy seguimos sus pasos.
En una tarde reciente de visitas domiciliarias con un colega vicentino, visitamos cuatro familias, de las cuales tres provenían de otros países. Pasamos tiempo con familias de México, Sudán y Egipto, y ambos salimos de estas visitas con un verdadero sentimiento de orgullo por la diversidad de la población que nuestro Canadá está experimentando. Puedo ver la importancia de aceptar el hecho de que somos un solo pueblo global, con un solo Dios y con los mismos objetivos comunes. Fue asombroso que, mientras las familias que visitamos estaban ciertamente esforzándose en su nuevo país, todos disfrutaron de estar en un país seguro y en el que pueden vivir en paz y practicar su fe.
Una familia que visitamos había llegado recientemente de Sudán y, aunque están pasando por un momento financieramente difícil, aún se muestran muy enamorados y están muy complacidos de recibirnos en su hogar. Esta familia tiene dos hijos menores y un hijo mayor que se acaba de mudar a Canadá desde Estados Unidos, donde ha asistido a la universidad. Al hablar con este joven, nos dijo cuánto disfrutaba vivir en los Estados Unidos, pero, debido al clima político actual, decidió mudarse a Canadá y planea completar sus estudios aquí. Su país de origen, Sudán, está en la lista de países que tienen restricciones a la inmigración a los Estados Unidos. Cuando terminamos nuestra visita, invité al padre a guiarnos en oración en su lengua a nuestro Dios, lo que me demostró cuánto tenemos en común con nuestros nuevos canadienses. ¡¡Bienvenidos a Canada!!
Sobre el autor:
Jim Paddon vive en London, Ontario, Canadá y es ex-presidente del Consejo Regional de Ontario de la Sociedad de San Vicente de Paúl. Actualmente es presidente del Comité Nacional de Justicia Social de la Sociedad en Canadá. Está casado con su querida esposa Pat y tienen seis hijas y once nietos. Jim ha sido miembro de la Sociedad desde los años 70.
Las opiniones expresadas son las opiniones del autor y no representan oficialmente las de la Sociedad de San Vicente de Paúl.
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