En la historia reciente de los Estados Unidos, las personas se han visto retadas a lidiar con la verdad. Tanto en el ámbito político como en el eclesial, con frecuencia ha surgido la necesidad de decidir a quién creer y cuánto creer. Hemos sido invitados a desafiar las palabras y acciones de aquellos a quienes normalmente daríamos lealtad. Hemos sido llamados a examinar los motivos a los que podríamos haber dado una aceptación ordinaria. La verdad no es arbitraria ni está condicionada por el tiempo ni es relativa. Ciertamente, las circunstancias deben ser entendidas, pero la verdad es la verdad y debe mantenerse firme.

La Universidad de St. John, donde trabajo, está puesta bajo el patrocinio de San Juan el Bautista. La celebración del memorial de su muerte la semana pasada reunió nuestra atención particular. Las lecturas del día me hicieron reflexionar nuevamente sobre el tema de la verdad.

En la primera lectura, nos encontramos en los inicios del libro de Jeremías. El Señor anima al profeta a mantenerse firme y audaz en el mensaje que proclama. Escucha:

Por tu parte, te apretarás la cintura, te alzarás y les dirás todo lo que yo te mande. No desmayes ante ellos, y no te haré yo demayar delante de ellos; pues, por mi parte, mira que hoy te he convertido en plaza fuerte, en pilar de hierro, en muralla de bronce frente a toda esta tierra, así se trate de los reyes de Judá como de sus jefes, de sus sacerdotes o del pueblo de la tierra. Te harán la guerra, mas no podrán contigo, pues contigo estoy yo —oráculo de Yahveh— para salvarte.

¡Qué gran imaginería! El profeta debe ser una «plaza fuerte», un «pilar de hierro», una «muralla de bronce». Todos estos son símbolos de solidez y fortaleza. El profeta debe decir la verdad con claridad y sin vacilación. El Señor está a su lado.

El Evangelio del día cuenta la historia de la decapitación de Juan. John es un altavoz de la verdad. Herodes se ha casado con Herodías, la esposa de su hermano. La mayoría de los demás no dicen nada al respecto, al menos públicamente. No vale la pena convocar a la ira de la familia real. Juan, sin embargo, habla en voz alta y sin compromiso: «La acción de Herodes está equivocada. Herodes no puede casarse con esta mujer que está ligada en matrimonio a otro». Este tipo de enseñanza levanta la ira de Herodías y lleva a la muerte de Juan. Él acepta esta resolución de buena gana. Él solo podía decir lo que era verdad.

Una frase que se escucha ocasionalmente en la era moderna enseña la necesidad de «decir la verdad al poder». El origen y la aplicación de esta frase a veces se remonta a los cuáqueros que lo utilizaron como una convocatoria para enfatizar la no violencia en su orientación al liderazgo . También se ha identificado con el movimiento de Derechos Civiles y la determinación de describir verdaderamente la experiencia y el pensamiento que afectan a las personas de color. El anhelo de conocer y actuar sobre la verdad puede impulsar a quienes tratan con los poderosos.

Como cristianos, tenemos hambre de la verdad. Cristo se identifica con este valor cuando proclama: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». La manera de actuar de Vicente, con sencillez y humildad, encuentra su centro en la verdad. Uno de sus grandes dones fue hablar abiertamente sobre aquellos que son pobres para aquellos que tienen el poder. Como Familia Vicenciana, nuestra atención debe enfocarse en las situaciones y condiciones reales de aquellos que son necesitados entre nosotros y debemos estar preparados para hablar y actuar con humildad y confianza en su nombre. De esta manera, respondemos a la verdad sin adornos del Evangelio en el mundo moderno.

Me estaba preparando para enviar este ensayo sobre el Memorial de San Gregorio Magno. Antes de despacharlo, sin embargo, abrí mi boletín VIRTUS para esta semana. En la parte superior de la página estaban estas palabras de Gregorio:

“Es mejor que surjan escándalos que se reprima la verdad”.