Hech 12, 1-11; Sal 33; 2 Tm 4, 6-8.17-18; Mt 16, 13-19.
“Tú eres el mesías, el Hijo de Dios vivo”
¿Qué podríamos decir de estos dos apóstoles sin correr el riesgo de quedarnos cortos? Dos hombres frágiles, inconsistentes al principio, como tú y como yo, pero que una vez tocados en lo más profundo de su existencia por Jesucristo y su proyecto, se convierten en servidores fieles del Reino, constructores de la Iglesia, testigos valientes del evangelio.
Hombres fuertes, maduros, con proyectos de vida, que caen rendidos ante el Señor, fascinados por su propuesta de vida transformada. “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero”, le dirá Pedro a Jesús. Pablo, por su parte dirá: “He quedado crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”. Enamorados de Cristo, lo entregan todo por el Evangelio: su inteligencia, su fuerza, su vida. La Iglesia nos propone la fiesta de estos apóstoles como un espejo en que nos debemos mirar para entender a qué hemos sido llamados como discípulos y misioneros de Jesucristo; para aspirar a esos altísimos grados de amor por Jesús y de compromiso y entrega por su Reino. Para poder decir con verdad: “Señor, te amo, eres tú el que vive en mí, y yo vivo por ti”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón, cm
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