Desde un punto de vista vicenciano: Pensamientos acerca de una boda

por | Jun 1, 2018 | Formación, Patrick J. Griffin, Reflexiones | 0 comentarios

Este pasado fin de semana pasado, tuve una vez más la oportunidad de celebrar el sacramento del matrimonio con una pareja joven. La experiencia aún permanece presente en mi pensamiento a día de hoy. He descubierto que mis homilías en las bodas fluyen de cierta manera dependiendo de las lecturas elegidas por la pareja. En ocasiones, me he concentrado en el himno de Pablo sobre el amor, en 1 Corintios. A veces, he hablado sobre la fiesta de las bodas de Caná y cómo Jesús está en medio de nosotros y bendice esta reunión y esta pareja.

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Cuando predico en la Universidad siempre trato de dirigirme a los estudiantes de una manera que espero que pueda hablar sobre sus vidas en este momento. En una boda, me dirijo a la pareja, pero también a sus jóvenes amigos. Quiero hablar con ellos sobre lo que significa casarse. Me convenzo de que están particularmente interesados ​​en esa pregunta en este momento.

Prefiero predicar sobre el pasaje en el cual Jesús cita la enseñanza del Génesis que enfatiza lo que sucede en el matrimonio:

“Por esta razón, un hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos se convertirán en una sola carne. Serán ya no son dos, sino uno».

E insisto en que lo que se puede decir del hombre, también se puede decir de la mujer:

“Por esta razón, una mujer dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposo, y los dos se convertirán en una sola carne. Serán ya no son dos, sino uno».

Me atrae el uso de la palabra «unirse» en este contexto. Sabemos lo que significa «unirse». En este contexto nos sugiere rodear con los brazos al otro y aferrarse hasta que duela. Nada puede separar al uno del otro. Y esto se entiende para ser más que romántico.

La lectura no podría ser más clara: tanto un hombre como una mujer deben dejar al padre y a la madre para estar con el otro. Desde ese día en adelante, la persona más importante en la vida de uno es el otro. Sí, el amor por la familia de nacimiento sigue siendo importante, pero en el día de la boda, los votos unen a un hombre y a una mujer íntimamente, sin excepción y para siempre. Una familia nueva y única emerge.

Durante la celebración invito a la comunidad a orar conmigo para que cada miembro de la pareja sea siempre el remedio para la soledad del otro, para que sean compañeros iguales y se apoyen mutuamente, para que crezcan juntos en sabiduría y gracia a través de la totalidad de su vida conyugal, para que su amor será constantemente creativo y nuevo, y para que se enseñen mutuamente sobre la fe y la fidelidad.

Presenciar un matrimonio es un acto santo para todos los que están presentes. Aún siento la emoción.

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