Cumplimiento hasta el extremo de Jesús

por Ross Dizon | May 31, 2018 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Jesús da cumplimiento a la ley y los profetas. Por tanto, hace que la cena pascual judía cobre su pleno significado. Participar en la Eucaristía es participar de la plenitud de Cristo.

Son peregrinos Jesús y sus discípulos en Jerusalén. Y allí celebran la Cena de Pascua en cumplimiento de su deber religioso. Un compatriota generoso ha puesto a disposición de los peregrinos una sala.

En la cena, sin embargo, Jesús va más allá del cumplimiento de los ritos prescritos. Es que, hace él dos cosas sorprendentes. En primer lugar, al distribuir el pan bendecido y partido, dice el que preside: «Tomad, esto es mi cuerpo». En segundo lugar, toma él la copa de bendición y acción de gracias, de la cual beben todos. Y a continuación les instruye: «Esta es mi sangre, sangre de alianza, derramada por todos».

Deja claro la primera sorpresa que Jesús se les está entregando a los suyos en ese pan. Esto lo hace completa y generosamente. Se nos ofrece para que lo devoremos como pan.

La segunda sorpresa da a conocer que él da su propia vida por todos como sacrificio. Él es el sacrificio sin mancha, el cordero inmolado, que nos purifica y nos lleva al culto del Dios vivo. Por eso, Jesús es mediador de la alianza nueva, la que él sella con su sangre.

Así que la Cena de Pascua cede el lugar a la Cena del Señor; el Memorial pascual, al Memorial eucarístico. Y, de este modo, se les da a las figuras antiguas su cumplimiento.

Y lo propio de ese cumplimiento es que consiste en la entrega completa de sí mismo.

Se llega, sí, a ese cumplimiento o plenitud cuando hay amor hasta el extremo, hasta el fin, hasta la muerte. Seguramente, no hay amor más grande que el entregarse, el dar la vida, por los demás.

Pero ese fin no es el final. Esa muerte lleva da paso a la vida eterna en el reino de Dios. Allí se brindará con el vino nuevo. De verdad, es infinitamente inventivo el amor de Cristo (SV.ES XI:65)