Flp 2, 6-11; Sal 77; Jn 3, 13-17.
Nuestros hermanos separados, aprovechando la poca formación de muchos hermanos católicos, les cuestionan ¿por qué ustedes tienen como signo de veneración el instrumento con el cual dieron muerte a Nuestro Señor Jesucristo?
No, en la fiesta de la Santa Cruz celebramos un acto de redención, el sacrificio de amor que Cristo hizo por nosotros, para salvarnos.
Cuenta Eusebio de Cesarea que el General Constantino (que entonces no era creyente pero respetaba y admiraba a los cristianos por el bien que hacían y la fraternidad que mostraban) antes de una dura batalla, tuvo un sueño en el que veía una cruz luminosa y escuchaba una voz que le decía: “Con este signo vencerás”. Entonces puso en todos los estandartes y banderas la cruz. Confiando en su visión peleó la batalla, la ganó y pronto llegó a ser el emperador de Roma. Luego se convirtió al Evangelio y fue gran impulsor de la Iglesia.
La cruz es signo de victoria porque es signo del amor que llega hasta el extremo, hasta las últimas consecuencias. El amor todo lo vence. “El amor es fuerte como la muerte, la pasión, más poderosa que el abismo. Las aguas torrenciales no podrán apagar el amor, ni extinguirlo los ríos” (Cant 8, 6-7).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jesús Santoyo Mondragón, cm
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